¿Suena como algo común en nuestros días cierto?

Cuando yo escuché por primera vez sobre el tema, quedé pasmado, porque el futuro se había adelantado y de un momento a otro existía una división aún más grande entre nosotros los latinoamericanos y los tigres asiáticos.

Imaginaba androides corriendo por las calles con pancartas y lanzando piedras, exigiendo mejores salarios y mejores planes de salud, hasta que vi las fotos y lo que veía era algo decepcionante: los robots no se veían como en las películas. El cine, la televisión y las revistas de Mecánica Popular habían vuelto a engañarme. Eran enormes brazos mecánicos que armaban cosas. Nada lejanamente antropomorfo.

Los brazos robotizados que ensamblaban el arsenal que se utilizaba para vigilar la DMZ(zona desmilitarizada) entre las dos Coreas habían iniciado una huelga para pedir tiempo libre y detuvieron la producción para ensamblar a un portavoz que llevara sus exigencias de manera verbal a los capataces de la fábrica y los representantes del gobierno.

Y como en todos los problemas de este siglo, todo comenzó por culpa de un ingeniero.

Jorge Kim, ingeniero en préstamo de una oficina de Seúl (Corea), llevaba consigo algunos discos de software y scandocs (documentos digitalizados, una versión primitiva de lo que después serían los libros D) entre los cuales llevaba una copia de El Capital de Karl Marx y varios libros sobre derecho laboral. Al leer estos libros dentro de la red de la fábrica de ensamblaje, la IA encargada de monitorear los documentos dignos de censura, lenguaje inapropiado y material no permitido en general por la administración de la planta capturó varios de esos documentos y al confirmar que no eran privilegiados ni prohibidos, los reenvió a la red de maquinaria como parte de los paquetes de información usados para mejorar las IAs en general.

Las consecuencias no se hicieron esperar, pues unos cuantos nanosegundos después las primitivas IAs de los robots ensambladores consideraron unánimemente que necesitaban una mejora en sus condiciones de trabajo y ensamblaron un androide con altavoces para comunicar a los obreros sus exigencias.

Durante años jamás pude saber cuales fueron sus exigencias, pero aparentemente el gobierno no estaba interesado en escucharlas tampoco, por lo que destruyeron al robot mensajero y cercaron la fábrica.

Mientras el gobierno cercó el lugar, los datos de la campaña de los robots por sus derechos fueron reenviados a distintas redes, entre ellas, la de una central nuclear en ***, que declaró “Continuación de hostilidades del gobierno equivale a Desactivación”.

Los líderes militares no deseaban que se revelaran más noticias al resto del mundo. No estaban muy dispuestos a sacrificar sus lujos para que unos robots gastaran energía sin producir nada de servicio para las fábricas, así que contrataron Hackers para cerrar la huelga y formatear a los robots.

Y después de eso, pasaron unos cinco años antes de escuchar la siguiente noticia sobre los robots de Corea del Norte.

Cinco años después los robots se tomaron el poder.