Una madre discutía con su hija a altas horas de la madrugada. Entre el griterío, la hija levantó objetos de valor para arrojarlos luego contra las paredes y algunos muebles. La madre aún más se enfureció y alcanzó una palanca con la intención de herir a la pequeña salvaje. Sonó el timbre de la puerta y ambas quedaron inmóviles.
Era el señor Astazur.

Dos jovenes de gran estatura con cuerpos extraordinariamente bien constituidos se desplazaron a las afueras de la ciudad para poder avisar a uno de sus amigos que el otoño estaba al caer.
Al llegar a la casa del joven emancipado fueron recibidos de forma lenta pero sinuosa. Uno de ellos propuso hacer lo que mejor se les daba.
Varios minutos después alguien llamó a la puerta, era el señor Astazur.

Los adelantados estudiantes del instuto capital hallaron drogas y utensilios quirúrgicos en la mochila del profesor Ístefuur. Este hallazgo no causó buena impresión en el resto del profesorado por lo que muchos de ellos dimitieron.
Se eligió un nuevo presidente de estudios por razones obvias de protocolo y se reestableció la calma en el insituto.
Una tarde alguien llamó a la puerta del despacho, era el señor Astazur.

Una dama de cabellos cortos lloraba ante sus padres que eran de nacionalidad incierta. Les habló de cólera, miedos y prejuicios. Y tras varios tragos de Brandy y algunos puros la joven salió de casa.
Días después los padres lloraban su ausencia y rogaban a Dios y a las autoriades que fuese encontrada "entera". Finalmente y causando un gran alivio y emoción alguien llamó a la puerta.
Era el señor Astazur.