Cuando me dijeron que bajaría a la tierra, y que ya próxima estaba mi salida.
Me dediqué a mirar por el hueco que San Pedro había dejado abierto en un descuido. Mire, busqué, seguí con la luz del instinto, a las parejas que estaban procreando, revisé su hoja vital y descubrí, a una rubia que desbordaba miel en su sonrisa y capricho maternal en su mirada. A su lado, en posición austera encontré un poco de humo de tabaco, una guayabera blanca y un anillo de oro y brillantes en uno de sus dedos. Seguí buscando y tropecé con un flacucho, que nombraban “Yeyito”, estirado y sigiloso lo vi envuelto entre juguetes, y presentí su alma noble, buscando un hermanito. Luego sin darme cuenta, había calado las hojas del futuro, ví a otros hermanos. Una locuaz muchacha que mecía su pelo”coqueta” y otro más pequeño que buscaba en su ternura la grandeza. Pero fui más lejos, y divisé a “Poty”, “Tombo” y “Musu”.!Sobrinos! exclamé entusiasmado. La Poty llevaba prendida su luz propia en la rebeldía implícita de un noble corazón. El Tombo derrochaba inteligencia y el Musu volaba papalotes. Había muchas mas cabezas y cuerpos que iban y venían entre la rubia y la guayabera blanca.!Una familia grande!-pensé- Ya quedaban segundos para tomar la decisión, tenia que actuar. Miré de nuevo el humo del tabaco y me ví envuelto en un abrazo paternal. Miré los ojos de la rubia, y no pude ocultar mi alegría al beber su miel. Miré a San Pedro y a San Pablo que estaban custodiando la puerta de salida, y ambos me guiñaron un ojo en complicidad absoluta, como diciendo: Si lo logras, llevaras nuestros nombres. Le di un empujón a un gordito cabezón que era el primero de la cola. Y volé, volé alto, buscando a mi familia, buscando en mi túnel oscuro la blancura de una guayabera y unos ojos maternos, que suelen descansar cuando sonríen.
Hoy gozo entre triunfos, mi sabia elección.
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