Estaba sentado sobre la piedra púlida que afloraba en las orillas del arroyuelo, mojando sus pies descalzos. Su mirada se encontraba rastreando las estrellas que la noche lleva como faroles. Y hablaba pausado consigo mismo, tratando de encontrar respuestas a sus preguntas, pero las que llegaban a él lo dejaban sumergido en una confusión interna, hasta que decidió indagar en voz alta en el misterio de la noche.
“Por qué mueves mis manos, si yo no quiero hacerlo”
- Porque es mi deber...
“Por qué llenas mis oídos de susurros
-Porque debo hacerlo...
“Por qué siento palpitar mi corazón cuando te acercas
- Porque es inevitable...
“Por qué humedeces mis ojos cuando entras
- Porque es parte de mi presentación, cuando me sienten...
“ Por qué muevo mis músculos buscando la cadencia.
- Porque ayudo a relajar los cuerpos.
“Pero quién eres tú que me dominas...
-Soy la música.