UNA VIDA
En la mesa, dentro del paquete de cigarrillos, solo queda uno, que debe ser fumado, disfrutando cada pitada. Con intensidad, entrando ese humo dentro del cuerpo, contaminando cada una de mis células, como la maldad al mundo. Un solo cigarrillo, como la vida una sola, para disfrutarla con ardor, aunque la perversidad de los hombres nos contamine y llene de cáncer nuestras almas, sin el más absoluto pudor.
Almas amargas fingiendo, a cada minuto, ser quienes no son. Todos parecen, pero son pocos los que son. Y los espejos que reflejan fielmente las apariencias, como dice Borges. Esos espejos malditos, peligrosos reflejando el eco angustioso de lo que soñamos ser, de lo que parecemos ante los otros y sobre todas las cosas de quiénes somos realmente. Somos, somos, todos somos.
Virtudes y defectos que son parte de nuestra existencia y que son ellas no seriamos nada.
Hoy siento que a pesar de saber quién soy, falta algo. A todos suele faltarnos una parte, que anda por allí buscándonos, ansiándonos como nosotros a ellos. Esa parte que nunca he visto, que aun no conozco, pero que late algún lugar por mí.
El cigarrillo se consume lentamente, brillando en un momento y vuelto en cenizas al próximo. La vida también se consume de la misma manera, brillando en esos momentos altivos y en cenizas cuando somos más vulnerables, cuando sufrimos y no podemos escapar de ese sentimiento.
La vida se consume, solo espero que cuando llegue ese momento, pueda estar completa, entera. Sino me sentiré como ese cigarrillo solo en el cenicero, llenando de humo el habiente sin que nadie lo tome en sus manos.
Una vida llena de humo.