Añoranzas de una Teleoperadora.
Por fin, tras la larga jornada , la palabra mágica, ¡¡Logoff!!, cierro mi ordenador y cuelgo mis auriculares, ya no entran llamadas e intento volver a la realidad, el último adiós para el guardia de seguridad que forma parte del paisaje de la entrada del edificio y siempre guarda una sonrisa amable y de resignación para intentar sobrellevar la larga noche que le espera.
Afuera se respira paz incluso ante el enorme tráfico que fecunda la avenida, arriba un limpio cielo de invierno deja ver incluso con las luces de la ciudad alguna que otra estrella, también veo a Venus, pero ella, mi amiga la luna no está, dentro de un par de días volverá ya que anda transitando en conjunción al sol en Capricornio. Al mirar el cielo siempre me atrapa la añoranza de mis lejanas montañas, la tranquilidad que allí me envuelve sin las prisas ni las "comodidades" de la ciudad pero con la calidez del contacto de los árboles y la tierra bajo mis pies, sin asfalto.
El semáforo se ha puesto verde y la humana masa hacen que cruce y deje de mirar al cielo. Al contemplar a las personas que caminan junto a mi, nunca pensaría que son las mismas que apenas hace un instante, en mi jornada laboral, llamaban nerviosas, algunas, incluso agresivas intentando solucionar el problema que hace que su teléfono móvil de última generación, no pueda descargar con más rapidez unas fotografías que le han enviado o no puedan canjear sus puntos por no disponer de su código de seguridad, por suerte no todas son así, también recibo de personas solitarias que al sentirse escuchados liberan junto a su consulta del importe de su próxima factura alguna preocupación que les atañe, lo que conlleva que pueda recibir alguna que otra reprimenda de mi Jefe de Equipo por no seguir las normas de un lenguaje máquina y robotizado que nos obligan a mantener con nuestros clientes, incluso temo llegue a quedarse crónico el "correcto", "le informo" y cosas así. Las personas que no saben que nos obligan e incluso nos escuchan para que no dejemos olvidado el marketing, pensarán que somos hijos de un Dios de metal movidos por circuitos integrados y visualizados por pantallas de cristal líquido.
Todas esas cosas, junto al micro ondas, el dvd y otros adelantos del hogar que dicen hacen que nuestra vida sea más "sencilla, divertida, maravillosa", me llevan a ver cada vez con más claridad de que este tiempo no es mi tiempo.
El mío se quedó colgado en esa época que no existía la prisa y el mayor espectáculo del mundo era una puesta de sol, y la música más bella la de un jilguero junto al rumor de un río, los cascos de un caballo al trote, o escribir un poema a la luz de un quinqué junto a una ventana, afuera la fronda de bosques majestuosos repletos de robles y otros nobles árboles...
Disculpa, ¿bajas en esta parada?, la voz amable de una chica de acento extranjero me devuelven a la realidad: "No, perdona, andaba distraída"- y a continuación la voz. mecánica que anuncia.- Próxima estación, Bach de Roda- y todo en su sitio para seguir sobreviviendo en mi jungla añorando un sueño y luchando por la realidad.
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