El miedo llegó de imprevisto, como un visitante inesperado a la hora del almuerzo, se apoderó de su silla y tomó como uno más su plato de garbanzos. Lo soplaba y distraidamente iba observando la cara de todos los comensales, estudiando la reacción de cada uno. Dejó sus ojos grisáceos buscando el sudor que corría por la frente de Horacio, parecía disfrutarlo, mientras comenzaba a probar las primeras cucharas de los suculentos garbanzos. María había quedado como una piedra volcánica- fija y ceniza- con la barbilla inquieta apoyada sobre su pecho, levantaba con cuidado su ojo derecho buscando la reacción de Horacio. Afuera el viento soplaba con ganas, batallando con fuerzas sobre los cristales de las ventanas. Los árboles se doblaban haciendo función de arcos sin flechas y la lluvia rompía estrépitosamente sobre los techos.
El miedo se levantó de su silla suavemente y pasó rozando el cabello oscuro de María, luego quedó frente a la ventana y observó con tranquilidad la escena exterior. La disfrutaba, en realidad él era un protagónico de los acontecimientos, la casa parecía estremecerse, deseosa de ser arrancada de una vez por la tormenta, y no sentir más dolor en su estructura. El miedo giró sobre sus talones y quedó de nuevo frente a María y Horacio, y pudo constatar la reacción que él provocaba en los humanos, se sintió orgulloso de su misión. Sabía que nadie podía escapar de él, que su enemigo el valor, ya estaba vencido, que solo apareceria en frecuencias cortas que no tenían resistencia ante las suyas.
Pero el Miedo olvidó a un habitante de la casa que hasta ese momento no había visto, lo vió de pronto descender por las escaleras con injustificada calma. Era un niño de unos siete u ocho años, de pelo rizo y pecas en las mejillas, el niño observó a sus padres con un gesto de preocupación momentánea, y luego les comentó: “ Puse unas taranqueras en la ventana de mi cuarto,! Ufff ¡, el viento quería arrancarla, pero ya las aseguré. Papá, recuerda que cuando pase la tormenta, bajaremos a la ciudad... lo prometiste anoche..¿Recuerdas?. Horacio hizo un ligero movimiento de cabeza afirmando la respuesta, mientras que el viento comenzaba a ceder y la lluvia disminuia su furia.
El miedo, comenzó a sudar frio al darse cuenta que su enemigo el valor, podía manifestarse en varias formas.
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