Sabía que era tu luz, tu aire, tu vida y saqué provecho de ello.



Ocupaba todo tu tiempo. Te quería sólo para mí y para ello utilicé muchas tácticas.



Solía pasearme ufana y oronda por toda la habitación. Saltaba, reía, llena de felicidad ...hasta el día que le vi.

Era tan insignificante que no me había percatado de su existencia.



Para ti el no existía. Sabía que yo era tu preferida, pero desde aquel día me llenaba de ira al ver que quería atraer tu atención.



Siempre lo mantuve a raya. Era tonto e indefenso. Jamás replicaba. Todo lo aceptaba.

El mejor lugar era para mí. A la hora de ingerir alimentos yo me saciaba y a él le correspondían las migajas.

¡Qué maravilla! Ese era mi mundo, mi reino.

Así me hiciste sentir hasta que un día dispusiste mudarnos de habitación.



La idea no me agradó. Los días posteriores la pasé molesta. Mi angelical rostro se transformó.

Hice miles de planes hasta encontrar la estrategia final.



El día esperado...llegó. Una luz resplandeciente me cegó por unos instantes. Se escucharon ruidos. Eran voces agitadas.

A mi alrededor todo se convulsionó. Teníamos que salir.



Recordé mi plan. Su mirada tenía algo diferente que me atemorizó, pero estaba segura que no fallaría.

Me dirigí presurosa hacia la salida, estaba dispuesta a todo. Inesperadamente algo se aferró a mi cuello. Quedé impávida, desarmada...

Me diò la espalda. se dirigió a la salida, volteó, y una escalofriante mueca se dibujó en sus labios.



A lo lejos escuché voces y risas de alegría que anunciaron su llegada.



Cambié de táctica. Yo era tu vida y ...me quedé contigo.