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Niña Crisálida

Podría caminar vacío de vida,
perdiendo, paso a paso, el brillo primate
de esta piel tostada.

¿Se daría cuenta
la prole sonriente y llamativa?

No.

Me quedo bícromo,
aplastado injustamente contra el muro prehispánico
que tanto enloquece a los turistas.

Tú te das cuenta.
Me ofreces un trago y una charla,
oír el tumulto leve en tu respiración.

Nunca el olvido morderá
esa tarde
donde nos hicimos el amor
hasta terminar llorando abrazados.

¿Qué nace de tu alma
además de rosas secas
y ese amor demencial, kamikaze?

Nos estrellamos contra el buque enemigo,
lo incendiamos con transpiradas palabras
e inmolamos nuestros corazones a la gloria eterna
de una mentira más creíble.

Y tú
me tomas de la mano.
Me arañas furiosa la tela biológica,
que impide nuestra amalgamación total,
como queriendo deshacerte de ella
y ser
una gelatina antropomorfa.

La respuesta
está en la belleza más lejana,
esa notoria guarida de hermosuras,
tu sexo,
cual lamo buscando saborear la verdad
de mi existencia.

¿Qué hay detrás de las capas de alcohol e ilusión
que tu corazón de niña crisálida oculta?

La respuesta
esta en mi torpeza activa,
ese trozo negligente de testosterona,
mi sexo,
cual lames buscando destrozar
mi existencia.

Niña crisálida,
beso y lágrima
huyen de tus gemidos colorados
de mi sombra
escuálida
al sádico silencio.

No te importa
el laberinto
y, mucho menos, Asteríon
(mitad humano, mitad poeta)
ahogado en sus propios miedos.

No te entiendo.
¿Qué amas?

No merezco tus lágrimas
ni tus sonrisas cándidas
o tus sicalípticos besos
pero los tengo
en cantidades relucientes.

Niña crisálida,
serás una bella rosa seca
y, según tu vocación, poetiza de calles grises.

Pero controla a tu amor,
átalo a un árbol
o ponle un bozal
y deja que el mío te acaricie
nuevamente
hasta que sea imposible vernos
y tú detestes mi nariz
y yo tus ojos.
Escapar uno del otro,
que solo nos detenga la sensación de perdida
y regresemos a buscarnos.
Quiero verte fuera del capullo,
deseo que me ayudes a salir del mío,
a pisotearlo y, sobretodo, revolcarnos sobre los escombros;
mancharlo de sudor y esperma
para que la calle sepa
que somos mariposas intentando entender a Baudelaire.

Texto agregado el 27-05-2005, y leído por 215 visitantes. (1 voto)


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