Ser esclava de tu amor
-qué más quisieras vida mía-
ser dichosa en tu esplendor
-ya no, antes lo tenías-.

Morir como el día muere
por no haberte podido ver...
sería... ¿qué sería?
-volver con mis ojos a ver-.

Tu mirada un destello,
-como cuando se funde una bombilla-
luz que arde en el Infierno
-porque esto huele a chamusquina-
del deseo y la pasión
-no te hagas ilusiones, corazón-
por llevarte conmigo al Averno
-y allí darte un empujón-.
Y morir ambas juntas
-pero tú primero, por favor.

Y así tenerte por siempre
-eh, ¿qué digo?... ¿por siempre?-
lejos de mí, inerme.

No os toméis a mal mis palabras
-sólo digo la verdad-
mejor certezas aunque amargas
-que amar con mezquindad-.

Por dichosa sois, querida,
-alejada a veinte pies-
de entre la más bella
-la de al lado-
el reflejo de la mies.

Canta el trovo tus esplendores
-seguro que no te conoció-
porque interpreta los clamores
que en la ciudad corren
al oír tu voz.
Por deseo cree la causa
-por huir de vos creo yo-.

Más no tiemblen vuestros miembros
-aún no llegó excitación-
pues con el rechazo
sólo mostráis ante mí inclinación.

Cómo no dudar de vuestro pulso
al observar mi hermoso candor,
cuando vosotras
-sabedoras de engaño-
queréis trocar
paja en flor.

Mi cariño, todo es vuestro,
mi amor, un prendedor,
pero no es que no esté en vuestro partido
es que yo he jugado sin vos.

Galanterías, cortejos,
armas de amor y seducción..
todo ello lo veis ya lejos
pues la decisión ya se tomó.

No pierde aquesta dama,
más sucumbe su ganador.
No está hecha la ambrosía
para marcar vuestro ceñidor.