Resulta que Ana López, la hija del panadero, salió preñada de Agustín ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? No sabemos. La chica se veía muy decente, muy moral, muy calladita. Por eso la impresión. Además, la muy resbalosa escondió la barriga cinco meses ¡Ay que ver qué descaro de gente ésta! Definitivamente se ha hecho insoportable vivir en este barrio de putas y holgazanes.
Bueno María, tampoco así. No es culpa de esa pobre niña. Su papá es un patán y sólo vive para la panadería. Recuerda que a ella se le murió su mamá estando muy chiquita. Fue culpa del Agustín ¡Claro! Como él se regresa a la capital por dizque estar estudiando para recibirse como abogado ¿Qué diablos le va a importar haber desgraciado a esa pobre criatura? Es un maldito…
… ¡No blasfemes por favor! Mira que por eso nos puede castigar diosito nuestro señor con más desgracias como esta. Imagínense si se empiezan a propagar por ahí esas plagas sensuales que dan por acostarse con todo el mundo ¡Ay qué horror, asco! Menos mal que mi Cristinita me salió bien santa y se va a estudiar el año próximo con las hermanitas del Carmen.
Hay que ver que ustedes no son más que unas viejas chismosas, envidiosas porque desde hace siglos que su cama no es visitada por un macho ¡Urracas fuera de aquí! Vamos, apúrense. A la próxima que vea murmurando de mi hija le vuelo los sesos de un zarpazo ¡Fuera de aquí viejas del demonio!
Joaquín López, padre de la futura madre de un niño que no tendría padre aunque escuchara en muchas ocasiones que hubiese sido un buen abogado, daba su vida por esa chica de ojos azules, piel morena, cabello negro y lacio como en los dibujitos dominicales. Era lo último que le quedaba de Gabriela, la única mujer que tuvo y tendría en su vida, quien murió muy joven de una rara enfermedad que nadie supo explicar.
Resulta que Ana López salió preñada de Agustín, el hijo del Jefe Municipal de aquel pueblo olvidado y desconocido. Era joven, atlético y buenmozo. Lo que Ana no sabía es que Agustín, que ya tenía aprobado el tercer año de la carrera en leyes, estaba comprometido con Laura García, hija del rector de la universidad. Era niña de plata, excelentes calificaciones y futuro asegurado como defensora de los derechos de la mujer.
Pero Ana López salió preñada sin habérselo propuesto, en las más recientes vacaciones de Agustín, quien estaba visitando a sus padres por las fiestas de navidad. Eran novios desde hacía mucho tiempo y lo mantenían a escondidas por miedo al panadero, quien juró sobre la tumba de su esposa que cuidaría a Ana hasta el final de sus días.
Ana López quería irse con su novio a la capital para casarse a escondidas. Tremendo lío para Agustín, quien de grande quería ser importante como su papá, pero en el fondo sentía cosas muy profundas por la hija del panadero de su pueblo natal. Joven al fin, le pidió a Ana una prueba de amor. Y ella, romántica al fin, le entregó su puro cuerpecito esperando que eso sellara con broche dorado la promesa que ambos se hicieran hacía unos años, en el samán más alto del pueblo, antes de que Agustín partiera para la universidad.
Y así fue como Ana López salió preñada de Agustín. Un 26 de diciembre, a las seis de la tarde, en la parte trasera del establo de los padres de Agustín, quienes estaban muy borrachos desde la navidad como para notar que entre puercos, patos, caballos y ratas indocumentadas, su hijo les estaba haciendo un nieto sin haberlo planeado. Pero Ana fue feliz. Preñada y todo. Inmoral y todo. Calladita como siempre. Era feliz. Darle un hijo al amor de su vida era un sueño hecho realidad.
A los cinco meses de esa tarde gloriosa impregnada con aromas pestilentes de animales domesticados, Agustín regresó al pueblo para darle una gran noticia a sus padres. El rector de la universidad quería planear el casamiento de su bella hija con el heredero del Jefe Municipal de aquel diminuto pueblo, futuro abogado con muchos cojones y tino para los asuntos de las leyes públicas. Al entrar a su casa, con la novel prometida tomada de su mano derecha, se encontró con una noticia mayor a la de él.
En la ostentosa sala de la mansión del Jefe Municipal se encontraban los padres de Agustín, el panadero y su pobre hija ultrajada y desgraciada por aquel joven inconsciente que se aprovechó del amor eterno que ésta le había prometido. Laura García escandalizó la solemne escena con llantos e insultos a su falso futuro esposo, amenazando que lo haría expulsar de la universidad.
La futura abuela corrió tras la chica para tratar de desempastelar la situación. El Jefe Municipal y el panadero se fueron a los puñetes para salvar el buen nombre de cada uno de sus retoños, mientras Ana y Agustín se miraban fijamente, en silencio, paralizados, aterrados y confundidos. Ella dejaba entrever una que otra lágrima tímida, recorriendo su perfecta piel, ya un poco opacada por la vida. Agustín la miraba con odio, apretando sus labios hasta partirlos.
¿Quién te crees que eres? ¿Cómo te atreves a arruinar mi vida así? ¿No ves que yo tengo un futuro muy grande, muy lejos de este maldito pueblo? Sería capaz de matarte. Te odio Ana López. Te odio a ti y a tu maldito padre, panadero pobre diablo, hijos de puta los dos. Sería capaz de matarlos a ambos ¿Y ahora qué voy a hacer? Laura va a hablar con su padre…
Agustín entró en un estado aterrador. Hablaba solo, maldecía, tiraba las cosas. Ana lo miraba, soltando de vez en cuando una pequeña lágrima, convirtiéndose en testigo silencioso de aquel demonio que tanto amaba. A pesar de las amenazas de su joven e ingrato amante, Ana López permanecía impávida en el mismo lugar, dando muestras de su valentía y de la pureza de sus actos, de sus promesas y de ese niño sin apellido que llevaba en su vientre.
El Jefe Municipal quedó derrotado frente al fuerte panadero, que medía casi dos metros, y era pobre de ideas pero millonario de músculos muy bien formados a pesar de su avanzada edad. Escuchó alguna de las divagaciones del padre de la criatura. Y miró, con asco y furia, cómo Agustín se acercaba a Ana con una de las armas que coleccionaba su padre en la mano derecha, huérfana del amor de Laura García luego de que ésta huyera despavorida para defender su honor perdido en la capital.
Resulta que Joaquín López mató a sangre fría al pobre Agustín. Ay que ver que incivilizado ese hombre… ¿Al hijo del Jefe Municipal? Esto es una anarquía, nadie respeta nada en este pueblo de putas, salvajes y holgazanes. Lo peor es que el asesino con la prostituta de su hija huyeron y nunca nadie los pudo encontrar. Lo que no sé, porque Paula no me contó bien por teléfono, es por qué el Jefe Municipal se quedó tan tranquilo, dejan impune al panadero de la muerte y su hijita preñada.
Bueno María, tú siempre tan exagerada. El Jefe Municipal seguramente defenderá el honor de su hijo, mucho más si su señora esposa, siempre tan honorable, terminó en un estado de shock que nadie la puede despertar. Tengo días que no la veo. Por cierto… ¿Será que finalmente la mandaron a un loquero en la capital? Porque es lo único que cuadra, porque… adónde más se podrían llevar a esa pobre alma de dios…
Para quienes están tan interesadas en el tema de mi amadísima esposa, hace unos días se fue a un lugar de descanso a las afueras del pueblo. Luego de un par de semanas regresará como nueva, no se preocupen. En cuanto al panadero y su hija preñada, pues bien, nunca los encontramos. Si me quedo tan tranquilo es porque se fueron hacia la sierra sólo con cuatro trapos encima. Así, nadie sobrevive, ni siquiera por milagro. La justicia divina se encargará de limpiar el nombre de mi familia. Hasta luego bellas damas, muy buenas tardes. |