LA RUPTURA
No...no...no...y para variar: NO. Esa se convirtió en la palabra más sonada en mis oídos de niño. No salgas, no juegues con tal o aquel, no hagas esto o aquello, no rías, no llores, no vivas, no desees, no ames, no odies, no forniques, no pienses, no sientas, no mientas, no grites, no hables...no...no...no; conclusión: Mi vida es un NO, Yo soy un no... un gran no. No recuerdo ahora mismo ningún sí... si los hubo ya los olvidé y los que recuerdo prefiero ignorarlos. Sí, a veces (casi siempre) es mejor cerrar los ojos. Quién eres para abrir mi baúl de los secretos. Cállate cerdo...lo haré.
Y por fin el sueño de todo colombiano de clase media baja se cumplía: mi Madre compró su casa propia, de interés social, en obra negra y a quince años por el UPAC, pero era su casita. Recuerdo cuando la lavamos, cuando trajimos nuestros pocos corotos, entre ellos le tele del cajón de madera que mi Madre compró cuando me dio varicela y los fogones de petróleo pa’ cocinar.
En la casa nueva todo cambiaría, doña Lola (mi abuela) ya no nos criaría más...con nosotros se mudó el marido de mi madre, Alberto, un zambo, alto y encorvado, de poca educación y modales muy hoscos. Entre ambos construirían la casa y un hogar feliz.
La segunda habitación daba al patio, que era separado de la casa vecina por un murito de poco menos de dos metros. El colocaba en la ventana, que no tenía cortina, la colcha de payasitos con globitos de colores; recuerdo que debajo de esa colcha jugaba yo al papá y a la mamá con una vecinita en el inquilinato debajo de la cama de mi Madre, pero ahora el juego era otro.
Entonces los dos estabamos desnudos. Mi humanidad de nueve años sobre la cama con la cara en la almohada, mientras el sobaba su polla erecta contra mi culo de niño; luego me decía que las vergas eran como bombones, me chupaba mi falito y luego me metía su gran pene en la boca, casi no me entraba, recuerdo ese sabor salado que me producía náuseas; ya muy excitado me mandaba entonces a subirme en él y repetir lo que me hizo al principio, el olor de su sudor se me quedó en la memoria, aun cuando percibo un olor semejante se me vienen a la memoria las escenas de todas estas cochinadas; ah¡ y para terminar su feliz coito me sentaba en su estomago a que le sobará la verga hasta eyacular y mojarme con su asqueroso semen. Eso me enseñaba mi padrastro a los nueve años, mientras mi madre trabajaba y él me cuidaba...(ja ja ja). Esto marcó y sigue marcando el rumbo de mis actos, de mis decisiones, de mis sentimientos...este es un secreto que cargo como un fardo a la espalda.
En mi mente de niño está fresco el día que señaló mi redención: La primera comunión. Hice la primera comunión en la parroquia con otros niños y niñas, formados en hilera recorrimos las calles del barrio, ese día yo iba vestido con un elegante traje; la ocasión lo merecía, ese día la hostia bendita me libraría de mi más grande opresión...por lo menos físicamente. En la tarde la fiesta con los globos blancos, la torta y los regalos...muchos invitados, la mayoría desconocidos, sombras que pasaban, reían, bailaban y me felicitaban; es verdad, soy una sombra entre sombras que deambulan por el microcosmos de la vida baldía...las sombras no cambian, son siempre iguales...su aspecto no me sorprende, no me excita, no me produce el más mínimo sentimiento...no, ni siquiera lastima, no merecen mi lastima.
En la noche, ¡oh maldición¡, destapé los regalos uno por uno y en ninguno encontraba lo que buscaba, me regalaron ropa y más ropa, quedaba uno, el del empaque cuadrado, ese debía ser el carrito de radio control...lo abrí lentamente (mentira) y... ¡ eureka! Exclamó mi Madre, era una maldita vajilla infantil. Nunca he encontrado lo que busco, cuando he creído hallarlo ha sido falaz, como burbujas de jabón que se desasen en las manos...por eso detesto las putas burbujas de jabón... en fin, he perseguido ilusiones efímeras, merezco el precio que estoy pagando por güevón.
A partir de esos días no tuve que volver a soportar las caricias seviciosas de mi verdugo casero, era tarde, la semilla estaba sembrada.
La mamá del maldito se mudó a nuestra casa con su abuela inválida, ella cocinaba, hacia los oficios y nos cuidaba mientras mi Madre y él trabajaban para sostener la casa, ya habían ampliado entonces la casa. A la mamá del la “bestia” le tocó sufrir no sólo los maltratos de su único hijo, sino mi altanería y desprecio y la de mi hermano. En ella descargue toda la furia que no podía descargarle a su engendro... recuerdo a la vieja sollozar mientras le cambiaba los pañales a su madre inválida...una noche los quejidos de la abuela se hicieron más agudos, todos en la casa corrían mientras yo observaba impávido los ires y venires de los adultos; la vieja no quería morir o la muerte no se la quería llevar, gemía, pero no se iba, entonces mi Madre y la hija de la moribunda tomaron una decisión: la ayudarían a morir: rasparon sus uñas, mezclaron el polvo en agua y se lo dieron a beber, en pocos minutos la vieja hizo su gran viaje a la oscuridad...hoy quisiera raspar mis uñas, tomarme el bebedizo de la muerte y descender al averno... después de tantos polvos arrechos, de llenarle el culo de semen a tantos manes sólo aspiro a beberme el polvo de mis uñas...qué paradoja tan estúpida...tan estúpida como mi marica existencia.
Al otro día estabamos frente a un ataúd...yo no quise entrar a la iglesia...¿ por qué?...miedo o resentimiento con la muerte, no por llevarse a la vieja, sino, tal vez, por haberme dejado a mí. Los buses y las sombras rumbo al cementerio fue lo último que supe de la viejita Betsaida. Primera vez que me encontraba con la muerte (por lo menos de forma conciente)...no me gustó.
La desgracia desde esa época sobrevino sobre mi “coco”, la empresa donde trabajaba quebró y lo echaron a la calle como un perro, como lo que era, estuvo mucho tiempo sin trabajo y los problemas económicos acuciaban a la familia, mi Madre lo empezó a despreciar y las riñas como de gallos se volvieron el pan nuestro...muchas veces a los golpes... y mi mamá salía con nosotros a la mitad de la noche envuelta en una sábana gimoteando y maldiciendo su destino hacia la casa de mi abuela , que vivía cerca. Allá los hijueputazos para él sobraban, mi abuela no lo quería mucho y recitaba su discurso. “ Es que a usted le gusta sufrir mija...deje a ese puto negro”, muchas veces la doña, mi abuela, se presentó en nuestra casa a insultar al desgraciado. Mi Madre por una extraña psicología siempre regresaba y perdonaba a su agresor.
En esos días empecé a trabajar en el almacén donde trabajaba mi Madre como empacador los sábados, y parte de las monedas que recolectaba debí invertirlas para ayudar un poco con el mercado en la casa. Ya me sentía responsable de la familia...no puedo con mi propia carga y tengo que cargar las miserias de otros...eso qué significa...yo no soy responsable de nadie, cada cual se busca su destino, yo me busque el mío...búsquese el suyo.
Mi “padrastro” se ubicó por fin en otra empresa y las cosas se calmaron...la platica es lo único que calma las cosas...el hambre es el enemigo de la paz...entonces volvieron los tiempos “mejores” y la construcción de la casa continuó. Yo salí de la primaria y estaba listo para el bachillerato, , salí con honores de la escuela y eso era suficiente para tener algo de que enorgullecerse. Los honores han sido mi búsqueda estrepitosa, brillar con luz propia, ser recordado y reconocido...pobre perdedor... ese ha sido el motor de mi existencia falsa, el motor de mis errores, el motor de mis desgracias...los honores...como si la carne podrida de mi cadáver fuera algún día a saltar henchida de orgullo en la tumba.
En esas vacaciones conocí a un “Amiguito”, yo era un año mayor que él en tiempo, pero en experiencia me llevaba muchos, el me hablaba de cosas que para mí no eran desconocidas con respecto al sexo...quería enseñarme cosas que yo ya sabía y que quería olvidar...tal vez reconoció en mí mis modos delicados, no lo sé, de alguna manera supo que yo sería receptivo a sus palabras. Cuando menos lo pensé en una manga cercana a nuestras casas ya estabamos con los pantalones abajo, y él encima de mí metiéndome su pequeña polla circuncidada, casi todos los días repetíamos el ritual...él encima de mí. Aquello que un día odias te puede llegar a gustar, cómo lo puedo explicar...no puedo, si usted me explica lógicamente el origen del universo yo le explico esto. Con él no había el olor fétido, a veces un poco de sangre pero nada grave, en cambio, a veces, hasta besos y caricias.
ESPERA EL CAPÍTULO 3...PRONTO
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