Estoy con la garganta abierta,
las muñecas atadas, la cabeza abatida,
los ojos cerrados, duelen, arden,
penan como un recuerdo punzante en mi cabeza,
quisiera quitarme estos dos “espejos del alma”
tan rotos por las lágrimas, no reflejan,
no se ven, no me veo, sólo demencia
ella me acompaña, me abraza y se compadece,
deja de testigo a las paredes mudas y frías,
mientras me atormenta con sus murmullos
levanto mi cabeza y respiro, trato de no escuchar
cubro mis oídos y sus murmullos se hacen más fuertes,
¿es un signo de que estoy vivo? creo que sí,
los susurros confirman mi existencia,
y el existir me hace sentir y lo detesto,
detesto sentir los afilados dientes del parásito corroer mi alma,
nutrirse de ella, robarme cada trozo de bondad,
de humanidad, convirtiendo mi compasión en nada,
o en algo falso “estas mal”, no, no lo estoy, estoy muerto,
abandoné mi carcasa,
la regale a la tierra y los gusanos hacen el resto,
al menos soy más útil en muerte que en la misma vida…
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