EL PARTO
Reconozco el hedor cuando lo huelo, lo he sentido tan cerca en mis entrañas, que no lo olvido. Yo mismo he estado hediondo de mi mismidad, he olido mi propio ser y vomitado como un bucle de miseria sobre mi propias heces; recorriendo las miserias de mi miseria, recordando que en lo poco que he vivido he sido un muerto que arrastra sus pies podridos por una vaga existencia.
Estas no son unas memorias, quien querría recordar las quimeras que creyó atesorar y nunca tuvo, quien rememoraría que no tiene ningún recuerdo que recordar...quien sería tan imbécil...quien tan estúpido... sí, sí, sí, estas son unas memorias de una existencia corta. Por eso serán cortas. Breves como la vida de los seres anónimos, como la vida de este escribano.
El nacimiento. Nací en la decadencia de una época decadente, cuando la paz y el amor se iban para la mierda misma...ya no quedaba nada...el rock sensiblero agonizaba y el estruendo de las percusiones y los sonidos electrónicos subían. En el ocaso de los setenta, cuando los hipiees se cortaron sus cabelleras y se fumaban la marihuana solos en su oficinas elegantes, encerrados en cualquier baño público deseando que regresaran aquellos idilios de libertad del pasado. Ah! pero esos eran los gringos y los europeos...aquí en el tercer mundo el comunismo de unos cuantos indios levantados trataba de sobrevivir al ataque feroz del Rey Capital y sus perros rabiosos, los dictadores de la época y administradores de la justicia de cañón de los yanquies. En Colombia no pasa nada...eso decían...pero mientras yo rompía la vagina de mi madre, de las entrañas de la pobreza germinaban los narcos, nuevos caciques, héroes de los miserables, amigos de los ricos y socios de los políticos corrompidos.
Yo nací en el seguro social, donde nacen todavía miles de colombianos, donde nacen los hijos de todos los asalariados de este país de pobres, donde son mayorías pero no mandan. Desde la noche anterior de ese fatídico día de mi natalicio, mi madre rompió fuente, jadeó, resolló y pujó toda esa noche y todo el día siguiente, como profecía trágica del destino que yo le daría. Destrocé sus entrañas, y abandoné su cuerpo a las 5.30 de la tarde, mientras en el cielo un Avianca volaba en mil pedazos, tapizando la tierra con las extremidades, las cabezas y los cueros fritos de los 190 pasajeros...pero qué importa, al fin de cuentas miles nacimos ese día para llenar los huecos que esos dejaron...jajaja...qué huecos podían dejar esos anónimos...(excepto la cantante de carrilera que viajaba en el vuelo, esa era famosa).
Y lo de siempre: ¡que niño tan lindo¡ se parece a la mamá, al papá, al abuelo, a la abuela, al perro y hasta al lechero. ¡ Mentira!...todos los neonatos son horribles, esa piel arrugada como la de un vejete, los ojos pegados como los de una rata recién nacida...al fin de cuentas qué nos diferencia de las ratas, un gen, solo un gen...te parece mucho, já...eso no es nada, somos unas ratas bípedas, eso somos; yo era horrible... parecía un mojón costeño...arrugado y deforme. Eso es dogma, no me contradigas. Mi madre dice que yo por nacer cuando el sol se ponía soy naturalmente perezoso, que por eso paso cansado y he dormido más de la mitad de mi existencia. Me gusta esa explicación...me ahorra pensar. Caminé a los 2 años y hablé a los 18 meses.
Cuando tenía pocos meses el perro que preñó a mi Madre se fue a buscar un mejor futuro en Venezuela prometiéndole el cielo y la tierra al regresar, y lo encontró a tal punto que no se supo más de él; antes de partir le partió la nariz en tres partes a mi madre y la dejó desangrándose en la pieza del inquilinato. No lo volvimos a ver.
La muerte me rondó suspicaz en mi tierna infancia, pero como si supiera que disfrutaría más al verme morir lentamente en el transcurso de mi existencia, no me llevó. Por neumonía pasé meses en el hospital público, llegando a pesar menos que un neonato, pero sobreviví más por la voluntad y la entereza de mi madre que por los cuidados de los médicos prácticantes del hospital . Tiempo después volví a caer al hospital, tres días continuos de diarrea y vómito...agujas, exámenes a diestra y siniestra y ninguna respuesta...no había nada que hacer...los médicos me procurarían una muerte digna y sin dolor. Pero habría de estar reservado algo distinto...un médico de avanzada edad acostumbrado a lidiar con la muerte y la enfermedad le sugirió a mi Madre algo que para la ciencia sonaba a magia y superstichería absurda: el niño lo que tiene es mal de ojo; sáquelo de aquí antes de que se le muera. Ella no lo pensó demasiado, las lágrimas no inundaron su mente, y a pesar de las advertencias de los sapientes doctores, sacó mi cuerpo moribundo del hospital y me puso en manos de la curandera, a la bruja le bastaron dos días de rezos y rituales para devolverme el aliento de vida que se me iba. Cerró desde entonces mi cuerpo a los males del supra- mundo, pero me predestinó a una muerte dolorosa y lenta. No sé si agradercérselo o maldecirla...que más da: gracias bruja. Siento lastima de mi Madre,aun cuando ya se ha ido, por qué el Dios al que tanto rezó la castigó con un vástago tan decrépito y exiguo como yo.
Todo iba bien desde entonces, yo crecía hacia arriba y hacia los lados; tenía los pies torcidos, un cuerpo obeso como un gran balón y vestía trajesito de marinerito. Mi mamá encontró quien la quisiera cuando entraba al hospital con su nariz destrozada. Mi vida transcurría sin novedades entre la pieza donde dormíamos y la casa de mi abuela que me criaba. Estaba descubriendo el mundo infantil, pero ya entonces sentía el peso no sólo de mis abultadas carnes, sino de mi soledad infantil. En el kinder de las monjas donde mi Mamá me llevó desde cuando mi memoria no alcanza a escrutar, experimenté la desesperación de la soledad por primera vez, la sentí igual a como la siento hoy, en esencia nada ha cambiado. Todos los niños se iban para sus casas y yo me quedaba abandonado en una banca de frío cedro de una Iglesia vacía, consolado a veces por una u otra noble religiosa. Allí veía enrojecerse los vitrales de la Iglesia hasta que triunfaba la noche, inmóvil, incapaz de tomar la decisión y salir a buscar lo que me faltaba, me sentía pegado a la silla, sólo el poderoso brazo de mi Madre me podía liberar; pero ¡ay maldita sea ¡ que a veces tardaba.
Del grado primero recuerdo a la maestra agresiva y rabiosa como un perro, que parecía descargar sobre las palmas de nuestras manos de niños traviesos la furia de sus frustraciones. En la escuelita, recuerdo que me escondía detrás de los salones a tomarme el tetero que mi Mamá me empacaba, era de chocolate...creo que me hacía sentir seguro. Un día salimos temprano por aquellos paros de docentes que son tan comunes en nuestra sociedad de inconformistas, con o sin razón. La maestra me encontró en el patio de la escuela sentado en una banca de granito, yo esperaba a mi Mamá, no sé por qué, ni qué idea cruzaba su mente, pero me sacó de la escuela. Entonces caminé sin sentido por las calles, crucé esquinas, una y otra vez...no tenía norte alguno...no tengo norte, soy una embarcación sin timón, llevada por los vientos a su amaño. Como aquel niño andaba por las calles recorro yo mi existencia.
Pero si el destino está escrito, alguien escribió en mi bitácora que mi Madre se cruzaría en el camino de mi sin rumbo y me rescataría. Casual o causalmente mi Madre desde el autobús en el que viajaba observó mi extravío, cómo caminaba de la mano de un desconocido hacia ninguna parte. Ahí estaba Super- mami para rescatarme. Hoy me pregunto cuál sería mi destino si hubiera desaparecido esa tarde y concluyo: que la miseria se lleva dentro, sería el mismo.
Esa tarde empezó una nueva historia, mi mundillo se reducía mucho más, la protección de mi Madre redujo aún más mis posibilidades de ser aquel ser social que todos quisieran ser. No conocía a nadie y nadie me conocía, los que me conocían se olvidaban pronto de mí. Me enamoré de una niña a la que nunca le hablé, una vez jugamos escondite americano, de ese en el que te escondes y si te encuentran te dan un besito, misteriosamente a mí nadie me encontró...fue la ultima oportunidad que tuve para estar cerca de ella.
ESPERA EL RPOXIMO CAPÍTULO
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