Abro la ventana y América me sonríe. Patria grande, tierra milenaria, sueños y utopías que se escurren en cada corazón de nuestro pueblo.
Un niño me mira y saluda. Su manito pequeña que ondea azarosa. Sus ojos grandes me hablan de integración. Fronteras que fueron ensangrentadas desaparecen.
Bolívar, Martí, el Ché. Una sola mano que nos levanta a gritos. Es hora de despertar. Cae el alba. Caemos todos en la desolación de una tierra grande repleta de desconocidos.
Aquella señora que pide dinero en un semáforo pintado de rojo. Ella también habla. Sus rasgos me cuentan un poco de historia, miles de años sobre sus hombros cansados.
Aquel perro sin refugio, muerto de hambre, con sus costillas al descubierto. Su voz también se escucha. Habla de gente buena, de gente mala, de gente indiferente que colabora con la muerte de nuestra patria.
El mismo idioma, el mismo brillo en nuestros ojos, la misma esperanza, el mismo sueño. Un mismo pueblo. Un solo dueño. Una sola tierra millonaria de gente linda, de maravillas, de calidez infinita.
Te invito, te llamo, te extiendo mi mano. Levántate y camina, amigo Lázaro. Nosotros juntos, nosotros vivos, nosotros libres. Escucha el llamado de nuestros héroes, de nuestros muertos, de nuestra historia, de la sabiduría obtenida en tantas luchas. Despierta. |