Hace frío, hoy la noche me recuerda que es invierno. Estoy en mi dormitorio sentada frente al computador. Pero hoy es diferente. Hoy no escribo ni un poema, ni leo algún texto, tampoco recorro la página de los cuentos.
Hoy me sumerjo en tu ternura, en tu recuerdo, en ti. Rememoro este casi un año de cercanía a tu vida, a tu alma, a tu corazón, a tus latidos, casi a tu respiración, a tu edificio rojizo, a esa callecita linda, a tus lámparas, a tus velas, a tus sueños, a tus ojos verdes tan lejanos y cercanos a la vez.
Esos tus ojos que miran, que observan, que distraen la mirada cuando tu mente divaga; que sonríen si tu corazón es feliz; que recorren el mar con suavidad y calma, casi como cuando caminas sobre la arena pensando en cosas importantes: recordando lo vivido o soñando lo que tal vez algún día podrías vivir.
No me pongo a tu lado al caminar. Hoy me alejo hasta acá. Hasta detrás de esta pantalla que ha sido por casi un año la confidente de mis secretos contigo. Que ha observado mi sonrisa, que ha sentido mi emoción, que ha visto correr mis lágrimas, que sabe que varias veces me he alejado poco a poco. Nadie tiene que saber. Nadie merece sufrir.
Llegaste un día 25, hermoso número que permanecerá para siempre entre las cifras especiales de mi vida. Y cómo no, si suman 7 que es mi número favorito.
Nos conocimos por un azar del destino, con toda la inocencia de un niño pequeño. Un niño querido y regalón, de plácida vida, que no espera nada, que no imagina futuros, sin expectativas específicas creadas. Como un niño que sólo quiere salir a jugar.
Simplemente un saludo, una pequeña ni siquiera biografía, tal vez algo como para salir del paso, tratar de ser amable, querer ser educado.
Un saludo que se convirtió en un imán insaciable pero inexistente, embriagador aunque invisible, posesivo y de una realidad ficticia: una total contradicción, pero a la vez la mayor verdad de toda mi vida y, en resumen: un remanso para el alma.
Siempre has sido en mi vida, desde que te conozco, esa sensación de paz que sentiría si estuviera recostada sobre un botecito pequeño, que se deja llevar sobre una plácida laguna una tarde soleada, mientras la brisa llena el aire de aromas primaverales y sonidos de la naturaleza, y mi mano se sumerge suavemente en el agua rozando su superficie hasta entonces inalterable.
Cada uno, mientras conversábamos de todo y de nada, sin querer ni imaginar, nos fuimos conociendo, y nuestras almas, sin darnos cuenta nosotros, comenzaron a tejer el ancla que nos mantendría desde ese día y para siempre de alguna forma unidos.
El ancla más hermosa que existe en esta tierra. La bordamos lentamente en esas horas de recreo diario, de vacaciones del alma, de chistes y de bromas, de verdades y certezas, de confidencias varias, pero siempre con pureza, con transparencia y honestidad.
Un ancla que sólo tú y yo sabemos donde se encuentra. Está clavada en el respeto, entre los sueños por cumplir, en medio de las realidades que debemos respetar, y delante de los puntos de no retorno que no se deben cruzar.
Tú: Amor platónico que habitaste mi vida de silencios, llenándola de sonidos melodiosos.
Tú: Sentimiento divino que rozaste mi esperanza creciendo a mi alrededor como una enredadera de pasiones ocultas y palabras escritas con tus besos no dados sobre mi corazón que jamás ha latido junto a tu pecho.
Sólo sueños, ilusiones, que tal vez son sólo eso y quizás algún día sean mucho más o a lo mejor no lo sean.
Estás tras las palabras y las risas que siempre encuentro en mi camino diario sabiendo que ahí estás. Y está esa tranquilidad de a veces no saber nada de ti, pero sentir tu presencia, y eso basta.
Soy una de las tantas yo, que soy para ti, que te recuerda en la distancia y sonríe pensando en algún día.....aunque sea solamente un sueño del que a veces no quisiera despertar.
Otro día 25, un nuevo mes que es como un nuevo ladrillo en esta construcción que se ha ido edificando sola a fuerza de cariños intensos y algunos silencios impuestos por nosotros mismos.
Con la fuerza de los recuerdos guardados celosamente en ese cofre que tenemos ahí dentro, allá al fondo, en el lugar más precioso del corazón donde sólo se guarda el recuerdo del amor más puro que alguna vez se acercó a reposar en nuestra alma, haciéndonos sentir que el Amor siempre estará presente en el camino, entre nosotros dos, o en forma separada.
Pero un día 25, las soledades nuestras se diluyeron, como muestra del amor que nos habló esa mañana, para que nos diéramos cuenta que el corazón jamás deja de latir, nunca deja de sentir, y siempre debe saber esperar por el amor.
Nos enseñó a disfrutar los pequeños momentos en compañía, aunque fuera lejana, a veces tan solo dos palabras logran que una sonrisa dure en el rostro un día entero.
También a querer la compañía de la soledad buena. Y siempre a sentir ese calor de un sentimiento profundo, que viene desde mucho antes que existieran las horas y que sobrevivirá mucho después.
Hoy te doy gracias por hacerme tan feliz, por querer soñar conmigo un sueño hermoso, que nos ha ayudado a tener fuerzas para seguir adelante. Un sueño que tal vez sea sólo eso: un hermoso sueño que no hemos querido concretar en el tiempo por razones sólo nuestras.
Gracias por ayudar a que mis alas volvieran a sentir deseos de volar. Parte del camino han volado junto a las alas tuyas.
Y hoy 25, te entrego este mensaje como regalo de cumpleaños adelantado un par de días, en la esperanza de ese reencuentro que en el futuro de los tiempos nos tenemos prometido para continuar nuestro vuelo de la mano de la libertad que hoy no nos pertenece. TQM.
25.05.2005
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