Inicio / Cuenteros Locales / gui / La resurreccion de don José
Faltando pocos meses para cumplir noventa años, don José estuvo a las puertas de la muerte. En el hospital fue visitado por su esposa e hijos, quienes contemplaban como las complicadas máquinas monitoreaban la agonía del anciano. Una de las ensoñaciones de don José se transformó en un tema recurrente de conversación cuando ya recuperado de sus males, se reunía con sus octogenarios amigos. Narraba con lujo de detalles el siguiente hecho. A medida que desfallecía, sentía que su cuerpo se aligeraba y era conducido por un poderoso impulso a un túnel negrísimo. Este era como un interminable tobogán y sentía que se deslizaba por él a una velocidad uniformemente acelerada. Luego veía un punto luminoso que se iba agrandando y comprendía que era el final del camino. Una inmensidad dorada se abría ante sus asombrados ojos. Se sentía etéreo, juvenil, dichoso. En ese momento escuchó una voz muy suave pero muy varonil que le invitaba a descansar, a descansar, a descansar. Se acordó de los hipnotizadores que encantan a sus víctimas con la misma letanía. La voz le conminó a que pidiera un deseo. El anciano, que ya no sentía ese peso agobiador de los años, recordó algunos de sus más anhelados sueños y comenzó a divagar con una voz que no le pareció la suya: -Deseo ser locuaz y no sentir que mi palabra es acallada…deseo ser el que todos imaginen a su modo…deseo recorrer distancias siderales sin sentir el agobio del viaje… deseo conocer, conocer sin medida ni limitaciones…deseo estar en un punto del planeta y luego en otro y luego en otro y que ello no me signifique enormes desembolsos. Deseo que las mujeres me adoren y que mi imagen no sea un impedimento para ello…
Nunca supo don José –y nadie pudo explicárselo tampoco- como fue que regresó a este mundo. Lo más extraño de este suceso –y es este punto el que concita el interés mayoritario de los oyentes- fue la aparición repentina y como venida de la nada del anciano, quien estaba acomodado en el computador de su nieto, donde lo sorprendieron esa mañana sus hijos, chateando animadamente con algún desconocido por la portentosa y nunca bien ponderada Internet.
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Texto agregado el 30-08-2003, y leído por 470
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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01-11-2006 |
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Qué divertida forma de conceder el deseo. Y con tan poco recurso... venicio |
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28-01-2006 |
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Felicidades, muy bien logrado. bayi |
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