Layana acababa de salir de su último examen para ser admitida en el trabajo por el que tanto había soñado. Había esperado ese momento toda su vida. Se sentó en un banco del parque, donde muchas tardes atrás pasaba ratos pensando en los años venideros. Miraba al lago, como perdida en sus aguas, mientras el sol era engullido por el horizonte. Entonces fue cuando le vino a la mente su nombre. Emitió con su boca una sonrisa, cerrando los ojos para evocar el rostro de la persona que una vez amó, pero por extrañas circunstancias hacia dos años que había tenido que separarse de él. Se recostó ahora sobre el duro banco de madera, mientras miraba el cielo azulado brillando, rememorando la noche de su despedida. La noche que tuvo que hacer acopio de valor y no volver atrás para rogarle que la secuestrara. Se tocó el corazón, que latía con fervor, al recordar a William Summers. Suspiró apenada, porque aún le dolía no poder estar a su lado. ¿Cuántas noches pasó en vela planeando las huidas? ¿Cuántas cartas le escribió y nunca envió? ¿Cuántas veces había reunido valor para ir hasta el Colegio y abrazarlo, besarlo como años atrás, cuando era solo una inocente alumna del colegio ?Se frotó los ojos y volvió su mirada al lago, que movía con suavidad sus aguas, como respirando pausadamente. Seguro que la había olvidado, era el único pensamiento que la volvía a la realidad, que le evitaba echarse a llorar desconsoladamente, que le impedía ir hasta su casa, y demostrarle que aún se acordaba de él, que aún lo amaba. Y así habían pasado dos años. Dos años con un vacío profundo que nadie había sido capaz de llenar. Dos tristes lágrimas surcaron su terso rostro, hasta morir en sus labios. Y tocándoselos recordó con dolor el dulce néctar que producían los labios de Summers. Se levantó bruscamente del asiento pensando que se estaba comportando como una estúpida y cogiendo una piedra del suelo, la lanzó hacia el lago, donde cayó pesadamente y con un burbujeo se hundió para siempre. Se quedó embelesada mirando la blanca luna redonda que inundaba el cielo con su rostro, entonces un ruido en el agua la sacó de su ensimismamiento. Vislumbró un hundimiento unos metros más allá de donde había caído su piedra. Reaccionó lentamente y se armó de valor para volver la vista atrás. Allí estaba, sonriendo de aquella manera tan especial en él. Sus ojos negros llenos de vida la miraban con el amor que tanto había buscado en aquellos perdidos años. El cuerpo de Layana se adelantó a su pensamiento, pero no a su corazón. Cuando se dio cuenta, Will la abrazaba dulcemente mientras le acariciaba el pelo. Layana respiró profundamente y se pellizcó varias veces, ¡no era un sueño como el que tantas noches había recorrido y se había despertado bruscamente en la soledad de su cuarto! Will la miró y cogiendola de la barbilla acercó su cara hasta fundirla en un tierno beso que los había unido para siempre…otra vez