Pasos cautos en las calles, voces bajas, armas primitivas, palos, piedras y algún revólver herrumbrado, en manos de hombres temblorosos. Nada se ve o escucha alrededor, pero ellos “saben” que en algún lado está.
Lo han visto saltar de techo en techo, aullar a la luna, mostrar los colmillos filosos y el babeante hocico ensangrentado en quién sabe que bárbara carnicería.
¿Es hombre-lobo? ¿Es lobo y creen que es hombre?
Todos lo han visto, pero nadie asevera nada. Que aparece con la luna llena, que entra en las casas donde hay jovencitas, que anda por todos lados…
La consigna es atraparlo como sea, vivo o muerto; mejor muerto por si acaso…
En una casa de los suburbios, una joven se apresta al descanso. Ya apagó el farol de gas (allí no hay luz eléctrica). Preparó la ropa para el día siguiente y controló puertas y ventanas por si acaso…como dicen que anda un lobizón…
Ella no cree en esas cosas, le teme más a los vivos que a ese animal-hombre del que hablan, pero nunca está de más ser precavida.
Se acuesta, mañana hay que trabajar desde muy temprano y…el sueño va llegando. De pronto siente que algo que se desliza sobre el muro, interrumpe su adormilamiento, se incorpora…otro roce, unos pasos, una sombra.
A través de los vidrios, ella espía sin ver en la oscuridad reinante, aguarda un momento…, de nuevo esa sensación de que algo se mueve casi sin ruido, no puede precisar dónde.
Espera un rato, se acuesta de nuevo. Pienso pavadas se dice, y cualquier ruido me sobresalta como si fuese el lobizón. Deben ser los gatos en el techo, pero… los gatos no reptan…y esta vez es indudable que algo resbala sobre las tejas.
Un ladrido ¿aullido quizás? corta el silencio de la noche muy cerca, esta vez está segura que es demasiado cerca.
Se incorpora y espía nuevamente. No ve nada. Las sombras de los árboles quietos, porque no corre la más leve brisa, la confunden.
Pero sí, una sombra se desplaza lentamente, al amparo de un alero, de tanto en tanto se detiene, mira la luna, ¿aúlla? y sigue su camino.
La joven aterrada quiere gritar y no puede. Ve cómo la sombra se acerca a la puerta. Ella está helada, no puede reaccionar, se encoge frente a la ventana dispuesta a lo peor. Mientras las partidas de vecinos lo buscan por un lado, el lobizón esta aquí, y ella ¡no puede pedir socorro!
Mary, ¡Mary!. Su nombre, pronunciado quedamente, y unos suaves golpes en la puerta la sorprenden.
Mira hacia afuera, el hombre-lobo insiste ¡Mary! mientras lentamente se incorpora sacándose una manta de piel que tapa su cuerpo desnudo.
Mary domina su miedo. Las voz es familiar, demasiado familiar. Abre la puerta y en el vano ve a su hermano menor con su mejor cara de inocencia, que le dice: ¡ayudame que me matan! ¡Tuve que salir corriendo de la casa de mi novia, porque llegó el padre! Ella me prestó este quillango y fue peor el remedio que la enfermedad. ¡Ahorita los que me quieren matar son los vecinos!
|