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Inicio / Cuenteros Locales / andres_fritz / No hay mapas para estos territorios.-

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(Homenaje a W. Gibson)

Una autopista desierta. Corre una pequeña brisa helada mientras está atardeciendo. Ella camina cada vez más lentamente, arrastrando los tacones de sus ridículamente caros Gucci de la temporada. Mira a su alrededor, buscando referencias. Pero no hay nada, pasos sobre nivel, curvas gigantescas tapando su campo de visión, una red de concreto conformando un vasto sistema nervioso urbano.
Ella suspira y piensa en el bolso con sus cosas que dejó tirado hace unos diez kilómetros. Lo que no sabe es que en realidad se cansó de llevarlo hace quince kilómetros y que era mejor que se hubiera deshecho de él, ya que nunca más lo ocuparía en cualquier caso.
Se sienta en el borde de la autopista. Allá abajo se pueden adivinar mínimo unos tres o cuatro niveles entrelazados en algún punto lejano, perdido en una ligera neblina. Se da cuenta por primera vez que ha estado caminando en una pendiente ascendente.

Se siente enferma, tiene ganas de vomitar.
No hay mapas para estos territorios, pero ella quiere saber donde termina todo esto. O donde empieza en el peor de los casos, para así poder volverse y caminar todo el trayecto de vuelta. Pero sabe que el principio está muy lejos, ya casi está totalmente cubierto por la neblina blanca, se está desvaneciendo poco a poco de su memoria y ella teme que cuando vuelva a ese punto el principio haya desaparecido totalmente.
Hace un esfuerzo para continuar caminando. En el fondo ella sabe que si se detiene por mucho tiempo también podría volverse una figura borrosa dentro de un mar de niebla.


Intermedio (1).-

... Son pocas palabras, poemas fríos siendo escritos bajo los árboles de otoño. Tardes heladas y cielos nublados. Manos firmes pero adoloridas. Ojos cansados de no poder ver bien.
Y la manera en que sucede esto es desconocida para mí por lo menos. Y cuales son sus consecuencias también.
Soñar con un espacio sin identidad, días genéricos y noches uniformes. Un lugar de descanso donde la eterna soledad es lo único constante...
Soñar sin haberse acostado jamás.
Y dormir.


Ascensores.-

- Acuérdate. A las diez en punto allá abajo.
- Si voy a ir. No me mandes.
- Nos vemos, Paul.
Apenas colgó el teléfono, Paul se tiró de espaldas en su cama. Lo ultimo que quería hacer es noche era salir de su departamento. Se sentía cansado. “Apenas tienes veinte y ya te crees un viejo”, le decían a menudo. Pero no era eso. Era un cansancio general, no sólo físico, parecía que por más que durmiera su alma no podía descansar.

No lo podía recordar. El hecho de haberse puesto unos jeans más viejos que él, tomarse la larga cabellera con un elástico y ponerse una chaqueta de mezclilla había sido ejecutado tan automáticamente que se había olvidado de la manera exacta en que lo hizo. Cuando se dio cuenta de esto ya estaba bajando en el peligrosamente antiguo ascensor de su edificio. No le gustaban los ascensores, de repente sentía que no sólo él descendía, sino que todo el edificio, y con él todo el mundo podían hundirse de una manera nauseabunda.
Hacía mucho frío afuera. Pero no quería devolverse a buscar un gorro o una bufanda. Empezó a caminar por una calle con las manos en los bolsillos.


Intermedio (2).-

No. Todo está en blanco y negro. Son siluetas furiosas desgarrando las paredes. No hay forma, no hay color, las imágenes duelen la vista. Y las sombras pasan corriendo frente a nosotros en la noche. Parecen luchar entre ellas, clavándose firmemente en las retinas. Nos toman del brazo y nos llevan a los espacios vacíos, los lugares donde están escritos todos los nombres. El olor a sangre viene de nosotros mismos.

Plazas azules en medio de la noche. Islas de falsa inocencia, donde habitan los fantasmas de los poetas que en sus vidas decidieron no ver la luz del Sol. Lugares fuera del alcance del destino, donde los caminos simplemente se unen desde el pasado y se bifurcan a la nada. Allí es donde se cruzan los pasos de todas las personas, ya sean vivas o muertas, estén caminando por cuenta propia o estén perdidas detrás de la esquina de algún sueño inconcluso.

Huellas que reflejan las estrellas sin cielo, luces y sombras distorsionadas, ritmos monótonos y sin sentido que hacen retumbar los corazones de los que se acercan sin tomar precauciones.


Colisión.-

Las figuras lentamente vuelven a tomar forma. Un ultimo esfuerzo parece venir de alguna parte de su pecho al ver la primera señal de vida. Arboles recortando la luz de la Luna. Postes de luz alejan la neblina a cada paso que da, ya no siente ese frío húmedo en los brazos, los labios ya no sufren con las cuchilladas del viento.
Hace un buen tiempo que no veía a otra persona. Otro ser humano.

Despierta en un banco de la plaza. El joven le había puesto una chaqueta de mezclilla en las piernas y el calor volvía lentamente. Pero todavía no podía hablar. Se sentía cansada, no sólo de tanto caminar.

Al fondo pueden verse las luces de los edificios, de la ciudad. La plaza parecía estar justo al medio de ésta. Las hojas de otoño eran barridas suavemente entre las estrellas. Los dos parecen suspendidos en el tiempo: una escultura eterna en el banco de una plaza.


Y la realidad se desvirtúa.

“Quién eres tú”, pregunta ella cuando recupera las fuerzas. Él sólo la mira y no responde.
“Quién eres tú”, pregunta ella cuando recupera las fuerzas. Él sólo la mira y no responde.
“Quién eres tú”, pregunta ella cuando recupera las fuerzas. Él sólo la mira y no responde.
“Quién eres tú”, pregunta ella cuando recupera las fuerzas. Él sólo la mira y no responde.
“Quién eres tú”---

Texto agregado el 24-05-2005, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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