Al amanecer, cuando todo empieza a recuperar los colores, deberías mirar más por la ventana.
Coge aire, cierra los ojos, aguanta así 5 segundos.
Ahora ábrelos, ¿qué es lo que ves?
El mundo esta ahí fuera. Te espera. No se ha movido tan apenas.
Párate a pensar en las cosas sencillas de la vida.
Y ahora piensa en las cosas que habitualmente te molestan o te roban la energía ¿realmente merece la pena tanto darle vueltas?
Hasta que no te hayas dado cuenta de que la vida en sí misma merece la pena, no te muevas.
¿Preparado? ¿Seguro? Bien, ahora da las gracias a Dios, a Buda, a quien te de la gana. Incluso puedes darte las gracias a ti mismo por el simple hecho de estar vivo.
El comenzar un nuevo día es tu regalo.
No lo conviertas en un castigo, ni para ti ni para el que te rodea.
Cada segundo es irrepetible y no volverá, ¡aprovéchalo y no seas gilipollas!