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Era un día nuevo para Sergio, una vez más enamorado kien lo diría.
Se paseaba con el alma juguetón y alegre. Decía piropitos a las chicas que pasaban; hoy estaba contento.
_Checho, q bien q andas? Q t anda pasando?
Le preguntó su compañero de banco y a lo que Sergio contestó.
_Estoy enamorado.
Y ahí no más le contó la historia, no se podía creer.
Filosofía, matematica y contabilidad y el timbre q le daba ganas de volar a los pibes q salian corriendo.
Sergio caminó lo más pancho y en la eskina saludó a unos amigos y se metió por entre medio de la persiana baja y le pidió al empleado media hora en la 40. Arrancó en la pantalla todo el mundo que lo conectaba con su gran y ansiando amor.
Ya no sabía cómo más demostrarle q ya hacía desde hace tiempo le había confesado que la amaba y ella también lo sentía y le dijo que pronto pasaría por los lugares donde él se encontraba, entonces un gorrión revoloteó en el pecho de Sergio y con el aire calmo ya no podía aguantar la emoción de saber que estaba mucho más cerca.
Por allá a lo lejos estaba ella, en su choza de suburbio con el pelo mojado y ganas frescas de saltar y divertirse. Justo andaba bien en lo que hacía y aprovechó esta oportunidad para viajar un cachito e ir a verlo a él. Ya las ansias hacían emplumar los cuellos y agarraban de vez en cuando chuchos de alegría nerviosa.
Entonces se hizo el momento y ella se puso en su traje de tarde y se pintó los labios.
Él ya venía vestido desde la mañana y tenía facha el vago.
Se acercaron y casi ni se reconocieron, pero algo los unió en la mirada y se rieron como tontos. Él la abrazó como un desesperado y la tomó de la mano a caminar por la plaza. Y sentados en la fuente le dijo cosas al oído que la hacían chisporrotear.
Se acercó y 3 besitos le recorrieron la cara, uno en cada mejilla y el último cayó en la boca y ahí se quedó. Y a fuego lento se cocinaba la alegría de encontrarse por fin, de hacer verdad ese amor. Y después se fueron a jugar al metegol y entre rocanroles el fuego estalló y los contuvo un par de horas. Felices los dos.
Yo los miraba de la ventana, no me equivoqué en cambiar de barrio pero mi perro ladraba y quería salir a mear y yo que miraba el cuadro ahí colgado y me reía de mi mismo y me quedé tomando un café en un banquito esperando que cayera la tarde y cuando ya no había más virulana mi perro se aburrió de correr a los otros y me levanté en silencio pero contento. |
Texto agregado el 24-05-2005, y leído por 159
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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24-05-2005 |
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Buen texto, secillo, fresco y muy natural.
Me gusto. HoneyRocio |
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