Chofer de taxi, de Scorsese.

“Are you talkin to me?
Are you talkin to me?”
Travis Brickle, en Taxi Driver.

Imagina que caminas por calles peligrosas en las noches. La soledad y la monotonía de la ciudad te han transformado, la gente te engendra desconfianza y apatía, no has podido dormir desde que… no recuerdas desde cuándo. Eres un paria noctívago. Tu razón, la única que conoces, te dicta que, en lugar de buscar ayuda, te consigas un trabajo. Te han enseñado que el trabajo cura, enaltece. Por eso ahora estás frente a este tipejo tras de su escritorio, que te pregunta por qué demonios quieres trabajar en un horario tan canalla y en las peores zonas de la ciudad, que si sufres de insomnio mejor vayas a ver cine porno. Tú, impávido, cuasi gesticulando, contestas que eso ya lo has intentado.
Te han dado el trabajo. Sales a las calles pero ahora montado en un carro. Ves los anuncios luminosos pasar ahora de diferente manera, en los espejos laterales. Ves a la escoria que crece en las banquetas, en las esquinas. Entonces un grito, que pronto te será familiar, llama tu atención: ¡Taaxiii! Te has convertido en todo un chofer de; ubicándonos en las calles de Nueva York serías todo un Taxi Driver.

De los estragos post Vietnam.

Era el año de 1976 cuando Martin Scorsese presentó esta cinta, considerada de culto, que sería de gran valía para lo que podríamos llamar cine violento o de realismo crudo, negro. El personaje principal, Travis Brickle (interpretado por un gandalla Robert De Niro) está creado en la más pura tradición cabrona de los oscuros y carismáticos antihéroes. La cuestión es la siguiente: un veterano de la guerra en Vietnam, un ex marine insomne, consigue trabajo de taxista en el horario nocturno, abarcando las rutas más peligrosas. El empleo le permite percatarse de las actitudes más sucias y perras del ser humano, se percata de la escoria que le rodea y se siente afectado. Después de llevar borrachos, chulos, prostitutas y demás personajes neoyorkinos, después de su sesión de cine pornográfico, Travis se da tiempo para observar obsesivamente a una mujer que le ha robado la atención. Betsy (Cybill Shepherd) decide salir un día con él y tras haberla llevado a ver una película porno lo rechaza y le pide que ya no vuelva a buscarla. A partir de ahora, Travis experimenta una serie de situaciones que lo llevan a decidir “limpiar” la ciudad de tanta basura que recorre las calles. Entre su frustración amorosa y los estragos que la guerra le ha dejado el personaje se deja llevar por ese sentimiento que ahora le corroe el cuerpo y la mente. Travis no es más que otra víctima de los traumas post Vietnam y del ya conocido sentimiento “yanqui” bélico imperialista; un simple ex combatiente al que el gobierno ha olvidado, solitario y rechazado por la sociedad; alguien con unas inútiles medallas que ya no significan nada. Que nunca significaron nada.

Actitud punk.

Scorsese reflejó el ambiente callejero, decadente y deprimente, que le siguió a los floreados sesentas. Quizá inconscientemente hasta transmitió el sentimiento punk que se vivía, que se respiraba en las calles de Nueva York. Era 1976 y varios chavos escuchaban a los Sex Pistols, The Ramones, The Clash. Claro que el director no nos muestra eso; no es necesario. Ni siquiera una rolita punketona en el soundtrack (al contrario: se consigue al genial Bernard Herrmann, quien ya había colaborado con master Hitcotch, y esté concibe una banda sonora con cortes melancólicos y depresivos que acompañan al taxista en su ruta) Pero Travis se desata y deja salir a sus demonios. Actúa en contra de lo establecido, dentro de su trauma deduce que a fin de cuentas el luchó en algún momento por ese país, por esa ciudad que ahora lo patea. Se sale de la Ley, reacciona: lo hace él mismo. Do it yourself. No olvidemos tampoco como de una manera simbólica e irreverente De Niro se tiene que aventar un cortecito al puro punk style.

Bella la violencia.

Scorsese conoce la violencia. Sabe de violencia. Taxi Driver se va tornando un torbellino violento a partir de que comienza a contarse la historia de una manera abrupta: de pronto se nos presenta a este tipo, con traumas y sonámbulo; de pronto es convertido en taxista, de pronto ya está matando gente.
Travis se mueve en esa violencia. Uno de sus pasajeros le cuenta cómo meterá un cañón de pistola en la vagina de su esposa por haberlo engañado. Intenta dispararle a un candidato a Gobernador en plena campaña. Y conoce a una putita (Jodi Foster de tan sólo trece añitos) y decide salvarla de su chulo y de la prostitución ya que no puede concebir que una niñita te la mame durante unos minutos por algunos cuantos dólares. Es aquí donde se crea una secuencia inolvidable para el cine, que nos hace pensar en lo bella que suele llegar a ser la violencia: dedos desprendidos a balazos, sangre salpicando las paredes de un motel, heridas tan reales y con la dosis exacta de la sangre artificial. Para chuparse los dedos.
Y el chofer salva a la niña. El inadaptado que era es convertido por los medios, por la prensa en todo un héroe urbano. Su acción es manejada por lo mediático y se convierte en una buena acción realizada por un ex marine, un veterano de guerra, un taxista que combatió en Vietnam. Un ciudadano ejemplar de los Estados Unidos de Norteamérica. Hasta Betsy, que aborda en otra ocasión su taxi parece seducirlo. Ahora ya no es sólo el degenerado taxista. Ahora es todo un héroe. Y Scorsese nos sorprende aquí con un final que nos deja con ese sabor de ruptura en la boca y que nos hace pensar que todos obtienen lo que se merecen.

Plus: hay que aclarar que el guión fue escrito por Paul Schrader, con quien el director trabajaría en otras ocasiones. Taxi Driver es para ver con unas chelitas a lado y a altas horas de la noche.

Antonio Reyes elpinchequijote.