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Uno.

Burbujas titilan en mi piel. La caja idiota escupe que alguien más ha muerto. Sigo siendo el mismo pero con menos vida. Sigo siendo un engaño de mí mismo. Una broma jugada por el epicentro de mi miedo. Un pájaro verde que sangra cantando melodías que no se oirán nunca. Un tono bajo, triste, que se toca en las despedidas.

Otra noche plástica llena de luces efímeras me revela que todo termina a la vuelta de la esquina… y aún tengo a campanita brillándome bajo la lengua.

Los enanos chupafalos confabulan distorsiones en la prensa, radio… lo mediático nos vomita su plasta torrencial. Inmóviles cual debe ser un homo videns, un alienado, nos dejamos embriagar del perfume que mamá gusano, mamá larva, mamá polilla, nos transmite. Yo sigo jugando al fuerte, al necio, al cabrón hijo de la chingada… aunque te lo juro, ya mi ropa huele a panteón…

Nadie dice nada ante tanta oferta, ante tanto pan y circo, ante tanta ubre de donde mamar. Abundan las rémoras, las babosas y los moluscos. Nadie escupe mechas encendidas, nadie tiene el valor de aventar la primera piedra. Cero violencia lúcida, cero gritos y ruidos expansivos que despabilen al Ojo, al Perro Mayor, al Gran Culo que apesta a la ciudad. Hace tiempo que se supo del asesinato de un tal “dios” pero aún sigue un ceremonioso silencio lleno de rosarios pútridos. Lo que se vive es caótico, ahora no son becerros de oro, sino papamóviles que, según los estúpidos creyentes, pueden “sanar” con sólo ser tocados.

Dos.

Soy un corazón con polvo, con lluvia y calle para caminar. Soy chasquido turbio tirándole a grito afónico. Somos basura que viaja en un viento que ya no existe mañana. Pertenezco a la noche. A esta ciudad que quiere tragarme. Pertenezco al asfalto pero también me reclama la tierra, esa de donde brota la hierba verde. La hierba turbia. La hierba código.

“Has de salir a matar, arranca todo lo humano posible, consume y no preguntes. Camina, no te pares a ver lo que brilla. Todo ha estado como es, déjalo así. Consume y mata. Espera el reino divino; pasarás primero tú con tus jorobas de camello por el ojal de una aguja y no aquel que se detenga a beber de la miel que brilla. Consume y mata en nombre de dios” y entonces el hombre fue y sembró la muerte, las religiones y el caos.

Tres.

Afuera ya existe el frío. La lluvia viola las calles con tanta pasión que la hace sangrar. En el río Sabinal flota nuestro desperdicio, nuestra herencia, nuestro olor a ciudadanos. Pero afuera de la casa ya existe el frío. ¿Recuerdas que nos moríamos de calor? Paseabas por toda la sala desnuda, haciendo muecas, te sudaban las tetas, te resplandecían los pezones y decías en un tono que desorbitaba a los planetas: “¡Hace un chingo de calor!” Y yo trataba de besarte con mis manos y de arrancarte tus gemidos. Por un momento nos salvábamos de la desesperación de afuera. Del mar incesante de hormigas robotizadas, similares, los llamados seres humanos. Hasta que te perdías, o me perdía o la ciudad nos tragaba y nos dejaba sin piel y sin un beso y sin tu vagina de almendra y fuego. Ahora, afuera, el frío se pasea cadenciosamente, con movimientos felinos. Y tú descansas.

Cuatro.

Ese día me siguió un sapo. En su espalda florecían colores. El sapo se acercó hasta mi boca para que yo lamiera su espalda. Un rayo fálico salió de entre mis piernas. Yo eyaculaba arco iris y con eso derrumbaba todos los edificios, el palacio de gobierno, la iglesia y una que otra casa nice. Yo creaba el caos y el sapo me seguía. Cuando quería más colores lo lamía. Me pasé más de cuatro días con sus noches orinando colores por los rincones más inhóspitos de la ciudad. Entonces supe que la era del sapo había recomenzado.

Cinco.

Se ha detenido la lluvia. Las gotas se han congelado, como en una fotografía. Los perros duermen. La ciudad suelta un quejido quedo. Un susurro casi. La ciudad se recupera del abuso que ha recibido. Un animal grotesco descansa, se rasca la panza en su jaccuzzi y piensa en sus riquezas. Una niña se ha muerto de frío en una banqueta. Un gato lleva una rata gorda en la boca. Alguien está soñando con libélulas, con ríos y con ninfas. Alguien da a luz. Alguien apaga una luz. Yo termino otra línea.

Mañana saldremos a la calle. Con la misma careta, los mismos estúpidos ademanes y con menos vida. Mañana nos veremos a los ojos y nos pediremos perdón y al dar la espalda enterraremos o nos enterrarán un cuchillo. Mañana seguirá el titiritero manejando a sus marionetas.

Dejad que el sapo croe.

Elpinchequijotedemierda.

Texto agregado el 24-05-2005, y leído por 293 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-08-2005 Muy bueno, con una narrativa impecable, te felicito. Mis 5* aunque mereces más. fabiangs
24-05-2005 Dios, es como tocar con mis manos tu ansiedad, tu incipiente locura, tu ganas de dormir.Puedo tocar todo eso y quisiera destrozarlo, hacer un pure y mezclarlo con concreto y hacerme una banquita en medio de la autopista Toluca-Mexico, durmiendo ahi, envuelta de tiras de periodico, repitiendo una y otra vez: " Yo creaba el caos y el sapo me seguía. . Yo creaba el caos y el sapo me seguía. ", hasta que me cargue la chingada. (se oye mamòn, pero te mereces tus cinco estrellitas) Asesina_Serial
 
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