Pensando en ti se me entrecorta la respiración, noto la viga entre mis pulmones y mi estómago. Mi cuarto se va deshaciendo, se va difuminando, ya no hay perfiles ni contornos. Sólo quedo yo, solo, desquiciado, apagado, desanimado; desanimado, sin ánima, sin alma. ¿Te echo de menos? ... es una sensación extraña. Cuando estoy contigo te echo más de menos que ahora, pero ahora es más intenso, más sufrido, más doloroso. Quizás porque cuando hablo contigo sé que piensas en mi.
¿Te acuerdas de nuestro sitio secreto, el refugio de nuestras pasiones? Sí, esa noche oscura, ese bosque iluminado por la luna de nácar, ese lago y ese río, ... ese cielo estrellado. Pues sin ti me parece una cárcel, el cielo se desconcha, pierde su oscuridad para dejar pasar la luz de un cielo gris tedioso. Es angustioso vivir en el tedio, en el “no saber que hacer sin ti”, en la continua depresión de tu ausencia, ... Solo me queda escribir, y cuanto más escribo más me acuerdo de ti, y más me voy hundiendo en mi propia autocompasión de ser un idealista incomprendido.
¿Dónde están las sombras que me atormentaban las noches? ¿Dónde está el fantasma de tu irrealidad? Busco mi desesperación para quitarme de encima mi angustia. Ya no puedo dormir abrazado a ti, has volado para dejarme solo ante mis sueños y temores. Mis sueños ya no son más que cavernas que reflejan tu rostro, desesperación comprimida en minutos de sueño. Pero tu mirada está grabada en mi iris, ya no puedo mirar a ninguna parte sin soñarte. ¿Ves? Son todo sueños, ... ilusiones enterradas a metros bajo tierra. Pero late la tierra al volver la mirada a la ventana por la que pasas a veces, ruge el cielo con mis lágrimas de medianoche. Es noche de luna nueva.
Hasta mis textos giran en círculos, sin control ni destino, solo giran por girar, por recordarme que no estás, que no has estado. Pero no puedo parar de divagar, de delirar. Esa mano fría sobre mi hombro otra vez, reposa con calma para ella y con terror para mi.
Debo parar ya, ... cavaré un agujero para esperarte, para dormir sin recordar que estoy solo, para fundirme con el barro. Para no desquiciar.
|