INFIERNO DE ADICCIONES
(SÍ, SOY ALCOHÓLICO) Monólogo dedicado a los afectados por los latigazos sociales
Suena la canción Rompecabezas de Aterciopelados, aparece el actor vestido de mendigo con una lata de cerveza en la mano. El decorado es simple y austero: trozos de papel tirados por el suelo (inmundicia), un cartón grande para dormir, simulando todo una plaza donde pernoctan indigentes.
(El monólogo tiene un tono de tragedia final o último llanto)
JAIME : Me llamo Jaime Morales, tengo 32 años y soy alcohólico. No sé si empecé a beber y me dejó mi mujer, ó me dejó mi mujer porqué empecé a beber.
Vengo de una discreta familia de obreros aburguesados, ¿qué cómo se come eso?, muy fácil, digamos que son unos currantes con todo lujo de comodidades : un gran frigorífico dentro de una cocina reformada de un apartamento del centro barcelonés de 80 m2 comprado durante la época franquista por tres millones de pesetas, ¡menudo chollo!.
Tuve una feliz infancia de estudiante fracasado con rostro acneíco. Nunca supe lo que era tener éxito con el sexo femenino, aunque con el masculino tampoco.
Estudié lo justo y en un largo período de tiempo para alargar mi incorporación al mercado laboral, muy marcada por el sector de la hostelería ya que mi primer trabajo fue en una horchatería. Allí empecé a mezclar granizado de limón con güisqui escocés de malta, tres veces al día después de cada comida. Después enlacé con una cantina restaurante cuyo plato del chef era la torrada de pan con jamón frito. Por supuesto que la bodega era estupenda, puesto que debía acompañar al suculento y sabroso manjar. Allí comencé con la instrucción de cosechas vinícolas; es decir, crianzas, reservas, y grandes reservas. Tres tragos al día, después de cada comida. Mi paladar se iba habituando al cruel y mágico efecto del alcohol. Por supuesto que no había dejado de lado al granizado irlandés.
Por la noche jugaba al billar americano mientras mi gaznate empezaba a saborear los placeres de esa bebida femenina por excelencia denominada GinTonic.
Ya de madrugada seguía con los rones, y vodkas en cualquier antro que encontrase.
Mi vida empezaba a tomar formar de destino, el futuro lo empezaría a marcar con cada uno de mis actos. Por supuesto que el alcoholismo nunca va solo (a perro flaco todo son pulgas), y a esto se unió una avanzada ludopatía que se llevaba casi integro todo mi sueldo.
Al principio también me iba de putas, pero luego el amigo (mirando hacia abajo) se relajó y ya no quería salir de paseo por el monte. Porqué ustedes no saben lo difícil que lo tiene un borracho para tener una erección.
Mi vida fue a peor el día que asistí a la proyección de Living Las Vegas, con Nicolas Cage. Fue entonces cuando decidí hacer lo mismo que su protagonista. Vendí todas mis propiedades y me encerré en un hotel de la Autovía de Castelldefels para morir bebiendo. Pero mi tolerancia al alcohol iba progresando hasta llegar a un nivel de gran profesional, lo que hizo que me gastase todo el dinero y acabase, después de cinco meses, viviendo en la calle.
Hace poco entré en el metro y me puse a llorar mientras tocaba sus paredes. Echaba de menos el tacto de una pared, tanto tiempo viviendo a la intemperie. Cuando vives en la calle cada semana equivale a un año, y envejeces a pasos agigantados.
En la plaza cohabitan toda una gama de variopintos personajes, el más auténtico es el viejo Manolo (al que todos llaman Sócrates) cuya frase favorita es "Si estoy aquí es porqué yo me lo he ganado, la vida te da cosas pero también te las quita"; la verdad es que el viejo Lolo es todo un filósofo. También está la Pepa, una experta en vino que bebe Don Simón los festivos y el resto de días le da al vino Enfontvellado; es decir, vino a granel envasado en una vieja botella de Font Vella.
También está (en el banco de al lado de la fuente) Javi el de las Palomas, un médico que lleva una mala racha de quince años y que le encanta alimentar a las palomas ("Sólo me fío de ellas, porque tienen claro cuál es su único interés. En cambio los humanos son unos hipócritas que no dejan de fingir"). El Doctor Manzano (Javi Palomar) perdió a su mujer cuando está lo dejó por el director del hospital donde trabajaba ("El ser siempre aspira al poder"). Entonces él se volvió loco y lo amenazó colocándole un bisturí en la yugular, cosa que hizo que acabase en el paro con cincuenta y dos años, después de pagar una multa de unos quilitos por intento de homicidio, y se dejase algo más en abogados (divorcio y evitar la cárcel). Al final, acabó en la calle y sin un duro. Sus hijos se cambiaron el apellido, y ahora su única familia es una docena de fieles y parásitas palomas que cada día se comen los mendrugos de pan que este les hecha.
También está Paco el Feo, un tipo cuya cara lo ha marcado desde su nacimiento ("Cuando una civilización no acepta algo lo destruye"), cosa que ha desembocado en una vida intoxicada por la heroína, la cocaína, el hachís, y el alcohol. La no-aceptación de su fealdad lo marginó hasta encontrarse consigo mismo en el infierno de las adicciones.
Las consecuencias del abuso del alcohol son serias--en muchos casos, de amenaza o peligro a la vida. Las personas que bebemos mucho alcohol podemos aumentar el riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer, especialmente del hígado, el esófago, la garganta, y la laringe (caja de la voz). El abuso del alcohol también puede causar cirrosis del hígado, problemas en el sistema de inmunidad, daño cerebral, y hasta puede dañar el feto durante el embarazo. El beber alcohol aumenta los riesgos de muertes por accidentes automovilísticos, accidentes durante actividades recreativas, accidentes en el trabajo, y la probabilidad de que ocurran homicidios y suicidios. En términos estrictamente económicos, los problemas relacionados con el uso del alcohol le cuestan a la sociedad aproximadamente 100 billones de dólares por año. En términos de vida humana, el costo es incalculable.
El desarrollo de la dependencia del alcohol puede ocurrir entre los 5 y 25 años siguiendo una progresión. Primero se desarrolla la tolerancia alcohol. Esto ocurre en personas que son capaces de consumir una gran cantidad de alcohol antes de que se noten los efectos adversos.
Después de la tolerancia aparecerán los lapsus de memoria. Más tarde aparece la falta del control de beber, y la persona afectada no puede permanecer sin beber, lo necesita para desarrollar su vida diaria.
El problema más serio de los bebedores son las complicaciones físicas y mentales. Algunas personas son capaces de conseguir un control sobre su dependencia en las fases tempranas antes de la total pérdida del control.
La incidencia en la dependencia del alcohol está aumentando. Las estadísticas varían pero aproximadamente un 7% de adultos en Europa están afectados. Entre ese porcentaje estoy yo, Jaime Morales.
(El actor saca una botella de vino y le pega un gran trago)
¡Así soy yo!, un borracho.
(El actor mira al cielo)
¡Luna dame pan, que soy un borracho y no lo puedo ganar!.
Mi último trabajo, antes de terminar así, fue como dependiente de un sex-shop, un trabajo de mierda con un jefe tirano y un salario deficiente. ¡Qué se le va a hacer, esto es España! SPAIN GO GOOD.
Me pasaba diez horas recogiendo el esperma que había en las papeleras de doce cabinas. A veces el semen salpicaba incluso la pantalla, la cual cosa hacia que también las tuviese que limpiar. En ocasiones incluso se cagaban en el interior de la cabina, dejando sus heces en las papeleras. Y todo eso lo debía soportar por ciento veinte mil pesetas apestosas a sexo inmundo. Aquello me traumatizó, ¡por Dios, tanta humanidad!, e hizo que doblase e incluso triplicase las cantidades absorbidas por mí de alcohol.
Fue mi último contacto con el infierno laboral del Gran Estado de Derecho en nuestra Sociedad del Bienestar.
Me quedé en paro y me abandonó mi mujer ("sin bracitos no hay galletitas"), fue entonces, después de salir de un cine de barrio en el que vi Living Las Vegas, cuando planeé marcharme y encerrarme en un hotel hasta morir alcoholizado. Pero "mala hierba nunca muere", y salí ileso de la situación para convertirme en un haraposo mendigo borrachuzo que se dedica a pedir limosna para comprarse el vino que se bebe entre dos cajas de cartón.
(El actor pega un largo trago, tirándose prácticamente el vino por encima)
Soy una mierda que cada día es más viejo y tiene menos porvenir. Los seres humanos nos movemos por ilusiones y expectativas, las mías no existen, han muerto.
No tengo esperanza, no hay nada.
Algunas veces me gustaría preguntarle a la gente que pasa por la calle: "Perdone usted, ¿por qué tanta prisa?".
FIN
Suena la canción Luz Azul de Aterciopelados, el actor se doblega poco a poco hasta quedarse de rodillas bebiendo y llorando.
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