-LO MÁS VITAL...-
Mi madre siempre me decía “estudia hija, estudia todo lo que puedas”. No la entendía. Yo le decía, mamá pero si ya tengo trabajo. No hace falta que estudie. Ella medio enfadada me decía “Amparito, en este sector laboral hay mucha competencia. No hay escuelas. Nuestro trabajo es más una intuición que una teórica de manuales y libros, por lo tanto, no es lo mismo, estar cada noche en la calle llamando a los clientes que disfrutar en un centro de belleza, mientras tu secretaria te prepara las visitas, incluidos los certificados médicos pertinentes. Amparito, no es lo mismo cobrar 30€ por servicio prestado, que tener unos ingresos medios de 300€ por clase práctica de asesoramiento sexual. ¿Entiendes Amparito?”
Eran éstas, cuestiones de conceptos básicos tanto a nivel de lenguas como de matemáticas. Yo me salte los conceptos básicos y la teoría. Pase del pecho de mi madre (es un decir) al genital masculino de un cliente de ésta (no es un decir).
Pero mi santa madre que en paz descanse, tuvo que hacer algo. Así que un buen día encontré en nuestro recibidor un tarro de cristal con el genital masculino del difunto cliente, (del que me llevo a temprana edad a tomar clases prácticas) para que decir, que mi madre se había encabronado y por ello dedico tal motivo decorativo. De toda esta historia lo que sí recuerdo con tristeza y añoranza eran esos clientes que llegaban a casa y al entrar al recibidor quedaban perplejos. Nos preguntaban a mi madre o a una servidora lo que significaba “aquello”, mi madre o yo les explicábamos la anécdota y ellos se reían y reían y nos decían que éramos muy, pero que muy de la broma. ¡Eran tan ingenuos, tan inocentes! Se sentían felices al ver representado en nuestra casa el poder masculino que falsamente se creían tener.
Desde que tengo secretaria, la verdad es que me aburro un poco y encuentro a faltar mucho, muchísimo a mi mama. |