Nació una diosa en la tierra, sin hacer ruido, sin el bombo ceremonioso de su estirpe, así lo quisieron los astros, estrellas que guiarían su destino. Fueron sus padrinos de cuna, dos constelaciones, el día y la noche vistieron su armario y los elementos de la naturaleza serian juguetes contra el aburrimiento.

Al mismo tiempo, tuvo nacimiento en la tierra, por petición de la aurora boreal, un loco, un soñador, un corazón de inquietas mariposas. Humilde como el balanceo de las espigas y puro como el aire que abriga las montañas. Educado por las ninfas de la arbolada y astuto conocedor del secreto de las miradas.

El tiempo, trajo de sus viajes, noticias del joven al bello ser nacido en la cuna de los dioses. Al ver la ilusión que dibujo en sus ojos, le regalo un traje de muchacha e hizo de cicerone para que se encontraran.

El loco, inquieto tras escuchar los susurros del viento, que comentaban las maravillas de la joven, quiso cruzar el umbral celestial para conocer tan dulce ser, para ver con admirables ojos, una estrella caída a la tierra de los mortales.

Los astros recelaron del encuentro, no podían consentir que el mimo de las constelaciones fraguara retozos con algún mortal, y mucho menos con el loco del que todos hablaban por las comarcas. Y así convirtieron a la joven diosa en estatua de mármol mientras el joven anduviera por las tierras.

El tiempo lloro la decisión tomada, henchido de ira, guió los pasos del orate hasta los pies de la estatua de la diosa Nines que miraba el horizonte perdido. El loco cayo a los fríos pies de mármol de la bella hija de los cielos, mientras sus sollozos esculpían la tristeza que brotaba del rostro de su amada y suplicaba…

…¡OH! Cuna de la belleza, hija de los astros y de los dioses, te viste el alma de frío mármol y aún así siento los latidos calientes de tu corazón. No soy digno de tus miradas pero no puedo marchar ya sin ti. Que sea así pues mi destino y dejo a tus gélidos pies mi locura y mi camino.

El loco rompió su corazón a los pies de la estatua, apagando su latido. Dicen que la joven diosa Nines, dejo caer una lagrima sobre el orate muerto y lo convirtió en mármol, fundiendo el corazón muerto con el suyo y que nunca más quiso volver a la vida. Los dioses y los planetas, aun lloran su arrogancia tras las cortinas del infinito

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