Leer un cuento supone una lectura activa.
Leer un cuento es como ver un cuadro que va siendo paulatinamente descubierto al retirarse la tela que lo cubría; cuando llegamos al final y lo observamos con toda su globalidad, con toda su magnificencia, es entonces cuando lo valoramos.
Hay quien piensa que un cuento es una narración en la que se guía al lector de manera irremisible hacía un final inevitable.
Pero la mayoría de las veces ese final podría no haberse dado…
Un cuento es algo más que esa interpretación banal. Para poder leer un cuento hay que leerlo de otro modo, un modo distinto de cómo se leen los textos descriptivos. Los cuentos, como los cuadros tienen iconografía e iconología.
Un cuento es un universo simbólico.
Un universo simbólico no tiene porque ser conceptual.
Los universos conceptuales deben de ser entendidos.
Los universos simbólicos deben de ser aprehendidos.
Al igual que cuando observamos una pintura, cuando leemos un cuento hacemos a un primer nivel lo que para Panofsky se debe hacer para interpretar una obra de arte, se le puede llamar una análisis pre-iconográfico. Consiste en la “asimilación” de las formas fuera del contexto simbólico en el que se enmarca el cuento. La mayoría de las personas no pasan de aquí, porque están acostumbradas a leer de forma pasiva, tal y como se hace en la televisión.
Pero los que aun conservan una chispa de poder imaginativo pasan a un segundo nivel, el que les permite aprehender el cuento. Es el que podríamos denominar un nivel iconográfico. A diferencia de una pintura en el cuento no se encuentran ni las escenas ni los personajes dibujados, por ese motivo el lector del cuento aporta su imaginación para construir todo el universo simbólico que se presenta ante él. El cuento le susurra al oído, le acaricia con las palabras al lector, para que éste sea capaz de elaborar ese universo imaginario.
Un cuento aprehendido puede ser analizado. Todo su universo iconográfico puede ser analizado en un tercer estadio, el estadio iconológico. Su representación simbólica puede ser comprendida dentro de su contexto, el contexto que el propio cuento ha creado. Lo que el cuento nos cuenta, sólo puede ser realmente aprehendido si se valora en ese contexto y de forma global. A su vez su universo simbólico debe ser encuadrado dentro de su contexto cultural e histórico.
Del mismo modo que haríamos con una pintura de arte contemporáneo, el cuento lo debemos aprehender de forma global y sin orden jerárquico, en el sentido de su universo. Si procuramos entenderlo de forma esquemática siempre fracasaremos. Como fracasan todos los que, frente a una obra de Picasso, pretenden analizar los significados de todas las representaciones como si estuviesen frente a un retablo sobre la anunciación del románico. El primero es un universo simbólico, donde sus símbolos tienen sentido. El segundo es un universo conceptual, donde sus símbolos tienen significado.
Un cuento es un universo simbólico.
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