... Y en mi andar errante encontré a una joven solitaria.

Estaba sentada sobre una roca, mirando al horizonte.

Algo en ella llamaba mi atención, di unos pasos para oír lo que murmuraba.

Recitaba partes de la Biblia, partes que yo jamás había escuchado, partes hermosas y llenas de significado.

Me acerqué un poco más, quería oír mejor las historias que su armoniosa voz iba contando.

Mis oídos se extasiaron, conmovido hasta el llanto me acerqué a la enigmática joven de penetrantes ojos. Su perfecto y bello rostro irradiaba paz y tranquilidad.

Luchando por que la voz no se me quebrara ante su abrumadora presencia le pregunté:

“¿Como te llamas?”.

Ella esbozó una sonrisa pura y limpia, pero no hubo respuesta.

Volví a insistir, algo de temor empezaba a invadirme.

“Dime tu nombre por favor”.

Sin perder la sonrisa y con la misma melodiosa voz, con la que antes había conmovido mi ser, me respondió mirándome a los ojos, haciendo que todo mi cuerpo temblara.

“Yo soy el Diablo”- dijo.