Aquellos que te hacen creer cosas absurdas pueden hacerte cometer atrocidades.
Voltaire
Los truqueros viven ese alucinado mundito...
Es un mundo angosto, lo sé, fantasma de política de parroquias y de picardías,mundo inventado al fin por hechiceros de corralón y brujos de barrio...
Jorge Luis Borges
Hay instantes en la vida que tomamos resoluciones inciertas que se transforman en momentos definitivos.
Negué el pasado tres veces: volvería a Buenos Aires.
Una vez que compré el billete de avión, abandoné las posturas que adopté para sobrevivir el desarraigo y dejé las magras sonrisas de entendimiento a un costado de mis labios para otro momento.
Al entrar a mi departamento, comencé a orquestar la fuga. Tiraría todos los muebles, objetos y libros quienes habían invadido las bibliotecas, mesas y rincones de los cuartos. Los regalaría o los quemaría.
Tengo amigos que conozco hasta la irritación, otros son un misterio. A Juan le gusta Borges, a mí no me gusta Juan, así que eligiré algún libro para que no lo lea. Para Susana buscaré algo especial y sin embargo, no sé que
puede ser especial para ella.
Hice tres pilas de libros sobre el piso. Una tenía todos los libros en castellano, a su lado otra de libros en inglés y la tercera de libros que jamás había leído por estar en idiomas que desconocía o simplemente los encontré imposible de leer.
Busqué en el perchero del hall de entrada, tres sombreros y los puse sobre el suelo. Tracé tres columnas sobre una hoja de papel y anoté los nombres de mis
amigos en una, de mis conocidos en la otra y de la gente que por razones que desconozco tolero, en la última. Corté con una tijera tiras con los nombres que había dibujado y los metí adentro del sombrero correspondiente.
Fuí sacando los libros de la biblioteca. Los levantaba con la mano izquierda, leía el título mientras la mano derecha se perdía adentro de uno de los sombreros.
Cuando paso cerca de un espejo, le pregunto,
- volver para qué?
Buscaría fragmentos de mi pasado, por las calles que me vieron jugar, correr, llorar y …
Mi ciudad de Buenos Aires es una utopía plena de nostalgias y sin embargo todas esas ausencias están presentes. Puedo imaginar a mis amigos parados en una esquina explicándome qué debo hacer para silbar -Debes plegar la lengua hacía el centro haciendo un cubanito, la punta la
tiras hacia abajo y atrás , simultáneamente soplás, vas a sentir como el aire golpea las paredes del canal hecho por tu lengua dentro de la boca creando un sonido incontrolable.
Recuerdo la mañana magnífica que comencé a silbar.
El timbre del departamento suena repetidas veces. Al abrir la puerta, el Tata se tira encima mío empujandome hacia adentro, casi me hace caer sobre el suelo.
- Qué hacés? Estás loco? - le pregunto.
- Tengo que contarte algo urgente.
- Qué?
Se desplomo sobre la silla que le acerqué.
- Ésta mañana abrí el email que me mando mi hermano.
Se quedo en silencio.
- Te acordás de Juana Irbenerberes, mi novia en Buenos
Aires?
- Si, tenía los ojos pardos y una manera extraordinaria de reírse .
- Se la llevaron ayer por la tarde de un bar inmundo de Palermo. Estaba tomando un café cuando un par de policías de civil entraron y fueron directo a ella y antes que nadie pudiera hacer nada, la sacaron a empujones y la metieron en un coche sin chapa..
Nos quedamos en silencio.
- Sabés porqué?
- Escribió un libro que no le gusto a nadie y ofendió a todos, creo que sobre la sexualidad o sus gustos sexuales. Los psicoanalistas se enojaron porque no les encajaba el Freud en ninguna parte, los políticos de derecha la acusaron de zurda, los de la izquierda de neo-liberal y la ausencia de interés que perseguía a sus libros anteriores, se transformo en un lío dialéctico. Ya sabemos que cuando los guardianes de nuestra moral y buenas costumbres no entienden, la solución preferida es simple: un poco de intimidación con cierto grado de violencia.
Sé que pensabas volver a Buenos Aires. Te pediría que trates de averiguar donde la llevaron y como está … No creo que le pase nada, no es peligrosa para el sistema, solo una molestia.
- Voy a Buenos Aires en 10 días, haré lo que pueda.
Con los ojos aguados y sin despedirse, se levantó de la silla y se fue.
Volver en busca del destino de Juana Irbenerberes a quien apenas conozco.
Por la noche, abandoné el departamento sin resolver qué hacer con los libros y muebles. Llamé al dueño y le anuncié que me iba, que podía guardarse la seña y hacer lo que quería con las cosas que dejaba.
Fuí a un hotel cercano al aeropuerto de Heathrow, el Destiny Hotel. Dormí los diez días y las trece horas que dura el vuelo a Buenos Aires casi sin interrupción.
Al aterrizar el avión en Ezeiza sentí una dulce nostalgia, mi madre estaba esperando, nos abrazamos fuertemente.
Al otro día por la tarde fuí a ver el café de la Avenida Santa Fé de donde se llevaron a Juana Irbenerberes. Le pregunté al mozo que estaba detrás del mostrador si se acordaba del incidente pero él no había visto nada.
Paciencia, estos hijos de puta no pueden ser todos ciegos. Llamé al mozo que atendía las mesas.
- Ché flaco, no me digas que no te acordás del incidente del sábado por la mañana, cuando secuestraron a una señora, estoy seguro que vos la atendiste, porque sos el único que trabaja por las mañanas.
- La mina algo habrá hecho?
- No seas pendejo - le dije impaciente
El flaco sostenía una sonrisa ganadora, levanto los hombros y se fué hacía el mostrador. Volvió hacía la mesa y de pasada me dijo
- La mina está en la comisaría 30.
- Cómo sabés?
- El comisarío de la 30 vive en uno de los departamentos de este edificio y desayuna aquí todas las mañanas. Me preocupe porque hacia tiempo que no pasaban estas cosas. Le pregunté por la mujer y contestó con medias palabras: es una escritora con ganas de molestar, no le va a pasar nada, tenemos ordenes de asustarla.
- Y ahora andate y no vuelvas más si apreciás tu libertad.
Hablé por teléfono con el Tata para calmarlo.
- Está detenida en la comisaría 30 de Barracas.
Llamé a Julio, el hermano del Tata y quedamos en encontrarnos en la cervecería de Hansen, en Montes de Oca antes de llegar a Osvaldo Cruz.
La cervecería ya no existía, las persianas cerradas y el aire de abandono contrastaban con la nueva autopista que cruzaba el Riachuelo.
-Porqué no me avisaste que la cervecería se había cerrado?
-Es mejor así, además te vas enterando de a poco que nosotros también entramos en el siglo XXI.
Con rencor le dije- desde cuándo sos tan didáctico?
- Bueno, bueno, no sabía que los músicos eran tan
sensibles.
- No jodas, vos sabes que la sensibilidad de un músico es similar a la de un jugador de truco.
- Sin la picardía.
- Todos estamos de acuerdo en las reglas del juego. La diferencia es que nosotros jugamos un truco abierto y el público cerrado. Yo sé que ellos saben que cuando guiño un ojo los violinistas entran, los percusionistas se
callan. El público nos escucha y nos admira u odia en silencio, no muestran las cartas hasta que el concierto termina. Cuando nos aplauden, pensamos:
ganamos o perdimos.
Julio sonrío - seguís siendo trágico.
- O cómico.
Caminamos por Montes de Oca en dirección de la Comisaría 30. Cuando llegamos a la calle Iriarte vimos la silueta de un policía adentro de una garita. Nos dirijimos hacia ella, acelerando el paso como cuando eramos jovenes y veíamos un botón.
Al llegar frente a la comisaría, después de pararnos por un instante frente al vigilante de guardia, comenzamos a caminar alrededor de la garita. El policía no podía creer lo que estaba pasando, estos dos boludos dando vueltas en silencio.
A la tercera vuelta , Julio se paro detrás del adolescente armado, abrió la bragueta del pantalón. Ante mi asombro, comenzó a mear sobre la garita.
- Qué ésta haciendo? Paré - gritó imperativo.
Julio sin poder contener la risa contesto - no puedo mientras se la sacudía para después metersela adentro del pantalón y hacerla desaparecer en el calzoncillo.
Yo los miraba y me preguntaba. Qué está haciendo este chiflado? Nos van a meter en cana. Quise explicarle que mi amigo era un loco, pero ya era tarde, otros policías comenzaban a salir de la comisaría y se dirijían hacia
nosotros, amenazantes.
-Rajémos- dije
-Ni loco, dejá que nos metan adentro...
- Documentos - pidió el Sargento Videla.
- Sargento .
-Cállese, acá el que habla soy yo - Nos tomó los datos que escribió sobre el papel de un libro enorme.
Julio preguntó - De que nos acusa ?
- De mear la garita.
Yo pensaba nada cambio, Hansen no está más pero todo lo demás sigue igual.
Julio le respondió - mear no es un delito hay millones de hombres meando en este preciso momento.
El sargento sorprendido dijo - es cierto, pero lo hacen en los baños, debajo de los puentes o sobre un árbol. Vos sos el único que mea una garita y eso no esta permitido.
- Ésta comisaría es absurda, con toda la mierda que hay en el patio, usted se preocupa por un poco de pis en la calle.
El sargento, sin poder contener la mezcla de risa y furia señalandome con dedo ordeno,
- Vos vas a limpiar la mierda del patio.
- Yo no hice nada, me puedo ir.
- Vos musiquito no vas ni a la esquina .
-Mi sargento!!! Ésta comisaría va a ser famosa alrededor del mundo por razones que mejor no describir. Los titulares de los diarios van a decir, músico argentino preso y torturado en la Comisaría 30 de Buenos Aires . Fue
sorprendido “in fraganti” observando a su amigo mear.
- Qué sugiere eh, después del aberrante acto que cometió su amigo, debo darles las gracias y felicitarlos? -preguntó impaciente.
- Podemos jugar un partido de truco de cuatro. Si nosotros ganamos, nos vamos a casa y de paso deja en libertad a todos los que están detenidos. Si perdemos,
nos quedamos.
– Bien, están ustedes, dos borrachos y una escritora que no sé porque esta presa. Si ustedes ganan quedan todos libres y si pierden ...Yo decido que les pasa a todos.
Julio me miró con la complicidad que une a los desesperados
- Lo único que no puede hacer, mi sargento, es colgarnos de los huevos.
- Ustedes no tienen nada de donde colgarlos.
Nos sentamos alrededor de una mesa , las cartas comenzaron a pasar de mano en mano. Después de varias vueltas , entendimos que los milicos sabían lo que
hacían y solo el azar nos podía salvar.
Casi al final del partido ellos estaban más cerca del triunfo nos llevaban dos puntos. Yo estaba perdido, buscaba signos en las expresiones de Julio, algún gesto indicándome que hacer, hasta que su cara se iluminó.
Julio espero en silencio su turno.
El sargento canto desafiante - Real envido.
Fue entonces cuando comenzó a recitar,
- Para tí mi amor te traígo esta flor
y ya que estamos truco.
- Paso y quiero retruco - dijo el sargento
- quiero vale cuatro.
Teníamos nuestro destino en las manos.
Si ganabamos, la libertad estaba asegurada. Si perdíamos quién sabe qué? Quedaríamos a la merced del capricho del
Sargento.
Las cartas que yo tenía servían para poco.
Los milicos se miraron buscando una respuesta a nuestra
seguridad. Si miente nos cagan y si no miente y nosotros le hacemos el juego nos cagan, pensaban.
- Quiero - dijo el sargento, tirando sobre la mesa el tres de copa.
Yo pase, Julio ganó la primer mano con el siete de espada.
Abrió la segunda ronda con la reina de espada. Una sonrisa de placer siniestro
se dibujó en la cara del sargento. Había adivinado que mis cartas eran inservibles y que tal vez Julio se habia jugado en la primera vuelta. Tiró un tres de oro y yo pasé. Ellos se adueñaron de la segunda mano.
Quería matar a Julio porque hacia señales que tenía el ancho de espada.
Estas eran tan obvias que pensé, está mintiendo.
La mano del sargento se suspendió en el aire escondiendo la carta triunfadora. Con delicadeza la puso sobre la mesa, descubriendo el siete de oro y unos dientes desparejos...
- Compañero, prepárese para la libertad. Quiero que quedemos en claro, las deudas de juego son sagradas.
- Por supuesto.
Julio, levantándose, puso el ancho de espada sobre el siete de oro.
Y yo respire hondo..
Mario Flecha
Londres/Jafre
2005
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