No me turbes.
He encontrado mi propio Shangri-La,
mi Shamballa,
mi Paraíso Perdido.

Y no sabes el esfuerzo terrible de lograrlo,
encontrarlo,
sin nadie que ayudara en el camino.

Si no estabas ahí para darme la mano
¿qué ofreces ahora, que no necesito?

Es que no ofreces; pides.

Disfrazando los modos, pero pides.

Y lo que pides, no existe.
Tú lo mataste.
¿Qué darías que fuera diferente, que hiciera olvidar,

que me quitara este regusto sangriento de la boca cuando digo tu nombre?

Nada. No puedes darme nada ni yo he de darte nada.

No me turbes.

Esto que ves y dices que tanto te entristece, es lo que soy y tengo.

Desde hace tanto, que no recuerdo si alguna vez viví de otra manera.

Si he sido diferente, si ansiaba otro destino, si te amaba.
De veras.
No me acuerdo.

Sí tengo presente que dejé en el camino muchas cosas.

Algunas que quería; algunas sólo lastres que la costumbre guarda y que la urgencia olvida.

Tenía que llegar y llegar era mi meta.

Y lo logré. Y no estabas aquí para reír conmigo.

Este es mi sitio. Mi Shangri-La, el que yo he conseguido.

No envenenes el aire.

No me turbes, te digo.