Nuevamente se cerca el fin de año; tal parece que en estas fechas los sentimientos están a flor de piel, la época trae recuerdos felices, unos, otros no tanto.
Aquí estoy, dándole fin a este año, uno más que cargo a mi espalda; heme aquí intentando... No, no quiero morir por ahora, sólo es parte de mi teatro depresivo, una manera más de recordarme qué dura es la vida desde que te conocí y ahora sin ti.
Mientras el mundo gira y la rutina nos devora, es muy difícil detenerse a pensar, pero me asaltan
recuerdos de algo que nunca ha sucedido: Tus manos estrechando las mías, esos besos al viento, en fin, recuerdos o fantasías; hace tanto tiempo ya, que no sé distinguir entre lo que en verdad existe y lo que es producto de mi imaginación.
Para estos días parece que el mundo se mueve más
despacio, tanto que es posible tomarse un día o dos
para deprimirse frente a una botella; ¡ah! cómo
quisiera que se tratara de un buen vodka para así poder culpar a la embriaguez por este ridículo estado en el que me encuentro...
Tal parece que no hay escapatoria, por donde volteo lo único que alcanzo a mirar es tu ausencia; el espacio vacío de una cama en la que jamás has estado; momentos dichosos que nunca compartimos.
Es curioso; ahora que el mundo está al revés, llueve
en invierno, y es esa lluvia invernal es la que me hace recordar las tardes de verano frente al mar;
mientras que la arena se humedecía en ese maravilloso momento, también añoraba tu presencia porque... Sí, adivinaste, tú no estabas ahí.
Sólo Dios sabe cuántas cartas te he escrito, cuántas veces te he llorado (en silencio porque soy muy orgulloso para dejar que las de cocodrilo se me salgan en público), añorando la presencia de un ser que nunca ha estado aquí y que peor aún; que tal vez jamás esté.
Maldita diosa del amor, tendrías que haber sido mujer para hacerme sufrir de esta manera; Dime cómo he de morir,... Con tal de que sea entre tus brazos...
¿Cómo quieres que pague por unas cuantas migajas de amor?
Es muy probable que esta manera de amar sea sólo
producto de mi imaginación; una idea estúpida acrecentada por la ausencia de una piel tersa a la cual aferrarme; pero algo sí es cierto: Amar duele, es como una herida la cual nunca acaba de cicatrizar, a la que sólo basta agregarle una pequeña sonrisa o el olor de un delicado perfume para que la herida vuelva a sangrar. Y cuando parece que ya estamos curados, y que por una vez creemos que el mundo nos pertenece, justo en el momento que más seguros nos sentimos, de pronto y como por magia aparece ese diabólico perfume, y con su llegada mis fuerzas se desvanecen finalizando así con la ficticia y anhelada estabilidad.

¿Qué pecado he cometido para merecer semejante
castigo?...