Me levanto cada día prometiéndome que sí, que hoy te olvido. Hoy es el día perfecto para olvidarte. Porque ya no siento nada por ti; porque ha dejado de vibrar, mi piel, cada vez que pensaba en ti.
Hoy el sol brilla, y los ánimos florecen. Pero es con ese florecer, de la vida, en mi; que tu recuerdo vuelve a arder entre mi pecho y mi espalda. Mis promesas se quedan vacías y vuelves a trepar por mi espina dorsal; anclando tus miradas, que ya solo son parte de mis recuerdos, a cada uno de los momentos del día. ¿ Por qué se me hace un mundo olvidarte? Me dijiste que te ibas, y te dije que vale, que te olvidaría. Pero te he fallado, no te puedo olvidar.
Ya no es angustia tu recuerdo, es un cúmulo de sensaciones imposibles de plasmar en palabras para un intento de escritor de la tristeza y la amargura. Porque ni todas las heridas que me pueda imaginar podrían explicar esta eterna fijación por ti.
Y vuelve a mi tu espíritu en los peores momentos, cuando no encuentro consuelo y todo parece que va a incendiarse. Es en esos momentos cuando se vuelve a atravesar tu rostro entre mis ojos y la realidad. Cuando todo parece que se viene abajo por tu recuerdo, es este mismo el que me saca de mi desolación. El que me mece en sus brazos para que no llore esta noche, para decirme: calma, ella volverá. Y sé que es un recuerdo más mío que tuyo, pero no me importa, porque me siento tan bien que casi me olvido de que no existes, casi me olvido de que me dijiste ya no más. Y los pensamientos siguen girando y volviendo donde comenzaron; las lunas y los soles, siguen pasando y quemando hojas del calendario, mientras que yo te espero enterrado en el bosque donde te dije que alguna vez te besaría mientras tocas el piano.
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