EL COMIENZO
Era día martes, estaba todo nublado, era invierno y ya iban varios días en que no aparecía el sol, yo tenía entonces algo así como ocho años y vivía en una pequeña casa ubicada a los pies de un monte, vivía con mis padres, mis cuatro hermanos y mi mejor amigo que era un perro llamado Jerónimo, en fin ese día hacía más frío que los anteriores, mi madre había encendido leña y papá aún no volvía de la cordillera, nos dieron así las dos y media de la tarde y mi papá no llegaba, mi madre llevaba varios días enferma, ese día no pudo ordeñar las vacas por la mañana, al contrario después de un rato tuvo que quedarse en cama.
Felix mi hermano mayor, había salido temprano al pueblo para ver si conseguía un comprador para la cosecha, en casa quedábamos Marina, Camilo, José, mi madre y yo, Marina se había encargado de hacer la comida, todos estábamos asustados, era la primera vez que mi madre enfermaba, todos estaban en la mesa conversando acerca de la fiesta del pueblo, yo en cambio no dejaba de ver a mi mamá tras las cortinas de su habitación, deliraba, llamaba a mi padre, sufría, …junto a mi estaba Marina, quién no sabía ya qué hacer y me miraba como si yo pudiera darle la respuesta, ese viaje a la cordillera fue para mi el más largo que mi padre hizo mientras tuvo ganado, también el más triste.
Mi madre empeoraba a cada instante, Camilo estaba en la cocina, robando los últimos panes que quedaban, José lo observaba esperando el descuido para ser él quién se quedara con el tesoro, llegó la noche, como día de invierno la noche se dejó ver a las cinco de la tarde, el frío traspasaba las húmedas murallas de adobe, y el silencio de la casa dejaba oír los quejidos de mamá, yo me quedé en la ventana esperando que la luna me mostrase el camino por el que mi padre regresaba al hogar, creo que no duré mucho rato despierto, porque la noche no se me hizo larga, lo es más creo que aquella noche soñé algo muy hermoso, extraño para mi hoy, pero muy hermoso, yo veía a mi madre vestida con un hermoso vestido blanco, ella estaba en la cima de una colina floreada y se despedía de nosotros como si fuera al pueblo, iba contenta, como si hubiese tocado la felicidad con sus manos, yo corría a alcanzarla pero ella me despedía con un beso en la mejilla y desaparecía entre las nubes. El sueño había sido muy extraño ya que mi madre con su escasa educación y sus tantas obligaciones nunca tenía tiempo para besarme, además ella siempre estaba triste, por eso en mi sueño me daba gusto verla sonriendo, estaba tan linda, su pelo flotaba en el viento, en mi sueño mi madre nos quería mucho y en casa pocas veces nos trataba bien, ella trataba de ser buena, pero mi padre con sus exigencias no la dejaba.
Al despertar la mañana siguiente, corría su pieza para decirle que la quería aunque no fuera como la madre de los cuentos que mi hermana me contaba, pero no corrí lo suficientemente rápido porque cuando llegué a su pieza esta acostada de espalda mirando hacía el techo, de su frente caía una gota y ella sin sentirla seguía inmóvil, en esos momentos creí que uno de mis mayores temores se hacía presente, mi madre, mi única madre, se moría y yo no podía hacer ya nada para evitarlo.
Les pregunto yo ahora, que ser humano merece presenciar el fin de alguna persona querida, imagínenme a mi, que era solo un niño, ni siquiera un hombre grande, sino que tan solo un niño que había corrido a decirle a su madre lo mucho que la quería, cuando le toco presenciar ese horrible espectáculo, además de ver como su infancia se iba por la ventana del fondo del corredor.
Aquí comienza mi historia a los ocho años de edad un niño pobre del campo, carente de cariño pero con una fuerza interior que le ha permitido llegar donde está hoy, que tiene 35 años, dos hijas y una amada esposa.
PROXIMA PARTE
LOS CUENTOS DE MARINA, EL CAMPO Y JERONIMO
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