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...Ésa noche, recuerdo, me acosté pensando en mañana... sería el gran día... mi padre recorrería el reino...

***LA HISTORIA DE LOTTO... MI AMIGO DE INFANCIA***

Susurró suavemente el céfiro matutino, los rayos de sol acariciaron mis ojos con su suave tibieza. La puerta se abrió, y Enara, la criada, me destapo y dijo con dulce voz:

- Niño... niño Ortze, ya es de día... salga de la cama que el rey quiere salir a caminar por el reino -

Aquella mujer me recordaba la suavidad que mi abuela tenía al momento de hablar... pero no hablaré de eso por que no es el momento...

Ya vestido salí al salón, y en la mesa me esperaba mi padre con mi madre y un gran banquete de desayuno... Sólo bebí una copa de leche y un trozo de pan, quería salir luego a caminar por los pueblos, bosques y praderas...

- ¡Todo listo! ¡Nos vamos! - gritó mi padre

- ¡ Sí! - al fin conocería la mitad del reino que me faltaba

Se abrieron las puertas de par en par y nuestras bestias trotaron descansadas y animadas.
Era increíble... los bosques eran maravillosos, el trinar de ruiseñores encantaba mis tímpanos atentos a cualquier cosa, me disponía a beber de mi cantimplora cuando vi que mi padre, lanzando un fuerte “¡ Santo Dios!” Se bajó de Ostadar, su caballo, y miró al cielo desesperado, dos enormes criaturas aladas surcaban el cielo, gruñendo fuertemente, como buscando algo, como llamando a alguien. Eran gigantescos, de un azul un tanto plateado, volaban con desesperación, se acercaban a nosotros y no sabíamos que hacer... hasta que decidimos huir de vuelta al castillo, que estaba a poca distancia del lugar en el que nos encontrábamos, mi caballo al ver que uno de los dragones de nos venía encima, dió bruscamente la vuelta y caímos por el despeñadero que bordeaba al camino...

Mi caballo murió... quedé solo en aquel húmedo cálido bosque... caminé y caminé sin sentido, hasta que llegué a los pies de una colina. Corrí hacia arriba, llegué a la cima, me subí a un árbol y observé, no estaba tan lejos del castillo como yo creía... pero no volvería aún, el panorama era espantoso. En los torreones del castillo, un centenar de mata-dragones armados con lanzas y ballestas gigantes, luchaban en contra de las dos descomunales criaturas aladas... hasta que ambas cayeron muertas, a los pies del castillo, dejando sus cuerpos titánicos sobre la colinilla en la que se erguía el castillo y sobre los campos de trigo...

Decidí bajarme del árbol y volver a casa, ya había visto suficiente y tenía una gran opresión en mi pecho, pero sin darme cuenta, la rama que me sirvió de asiento cedió, y caí árbol abajo... ¡ no sólo eso!... rodé colina abajo, pero por el lado opuesto al castillo. Quedando así, a los pies de una pequeña laguna con flores y juncos... No llevaba ya mi cantimplora, y los recuerdos de mi caballo me angustiaron, lloré intensamente alrededor de dos horas eternas... la sed violentó mi garganta, y teniendo una laguna cerca, podía beber sin problemas. Me coloqué a sus pies y bebí... bebí tanta agua como pude, como si nunca lo hubiere hecho y como si nunca lo fuere a hacer nuevamente.

Sentí un chirrido, como el de un pajarito herido... el ruido venía tras los juncos. Sin mayor miedo, me metí al agua y atravesé esos largos cáñamos... tal fue mi asombro al ver que sobre una flor de lotto había acurrucado una raro ser de color plata... me acerque más para poder verlo así con detalles... y fue increíble... Un pequeño dragoncillo herido temblaba de pánico ante mi presencia...

- No os asustéis, no hay daño que os pueda hacer, amigo... - Me miró angustiado, al parecer la herida le causaba un gran dolor.

Anduve de vuelta hacia el castillo, por el mismo lugar que había llegado, me encontré a mi caballo ahí tirado, inmóvil, con sus ojos cerrados, lo acaricié con la mano derecha, con la izquierda sostenía a Lotto, mi dragón. Es mío por que yo lo encontré, y yo le puse el nombre, en honor a la hoja que permitió que mi nuevo amigo no se ahogara en las aguas de la lagunilla...

Llegué a castillo y traté de ocultar lo más posible a Lotto. Llamé a Enara y la informé de lo sucedido, juró por los cielos guardar el secreto...

Lo curamos, lo dormimos, descansó, pasaron los meses y creció lentamente... ya su piel plateada tomaba un tinte azulado, como la de sus padres... y así como pasaron los meses pasaron los años... y ya era imposible seguirlo ocultando...

Continuará...

POR ¤ ¤ €L Cåßåll£®Ø У Lã ծУn У Løs §µ£ñø§ ¤ ¤


Texto agregado el 22-05-2005, y leído por 134 visitantes. (0 votos)


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