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uno
Desde que el pelao Mauro comenzó a frecuentar la Quinta Ecuador, un barucho lúgubre ubicado a un costado de la plaza Brasil, en pleno centro de Santiago; sus nervios y estado de ánimo experimentaron un giro de 180 grados. De ahí en adelante comenzó a vestir siempre de negro y a calzar esos bototos a la rodilla, todos llenos de correas y hebillas plateadas que con mucha fortuna pudo comprar casi nuevos un domingo de feria por Avenida Franklin, paradero uno de la Gran Avenida. Desde aquel día su afición por la trova cubana quedaría sepultada para siempre y daría paso a una extraña manía por el rock hardcore y de preferencia por el neoyorquino. En su personal stereo era costumbre oír las guitarras que sonaban como helicópteros. Del mismo modo era habitual verlo saltar hasta el frenesí en las tocatas punk rock de domingo por la tarde en la disco Planet; mientras en el escenario del local las guitarras de Fiscales Adhoc y de los Bebés Paranoicos, acrecentaban la sed de vino en caja o la devoción por la cerveza Escudo.
Lentamente la decadencia de los colectivos anarquistas había dado paso al nacimiento de las tribus urbanas en todo Santiago. Los cabros habían desterrado para siempre el hedonismo y paulatinamente en medio del smog se habían transformado al nihilismo crítico y existencialista post dictadura de fines de siglo, cuya principal consigna era el ‘ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario’. De los pitos y las pepas se había dado un salto brusco a la pasta base o a la cocaína (la caspa de diablo como solían referirse a ella sus compañeros). El asunto era que todos andaban duros como estatuillas de yeso, la mayoría del tiempo como enojados y odiando al mundo. Para quienes los observaban temerosos desde afuera, eso era la famosa angustia, la de los cuerpos colgando por el cuello de una soga. La política era considerada un circo, a lo más un juego de piedras y capuchas cada 11 de septiembre en el Cementerio General, y todo aquello del jaguar de Latino América, pues una burla alquimista y/o un insulto a las neuronas.
Dos
Cuando aquella noche Mauricio enfiló por calle Catedral hacia la Quinta Ecuador por el poniente, del fondo de su cartuchera se hizo cuidadosamente del diminuto cartoncito que apenas se alcanzaba a distinguir entre sus dedos, y sin más se lo llevó a la boca para terminar por acomodarlo en el paladar. Era un ácido para darle brillo a la tocata de esa noche, un simpson, como acostumbraban llamarlo los trafica que se lo vendían a doce lucas. Mientras el Pelao caminaba rumbo al sucucho, notó una gran cantidad de piños de muchachos que al parecer también caminaban acompasados rumbo a la tocata. Con las cadenas al cinto, los bototos de cuero, las mechas paradas a punta de gomina, azules, rojas y verdes; decenas de punkitos hacían una procesión dark por calle catedral hacia el poniente.
Sería en esta tocata, hacia donde enfilaba en ese preciso instante, y bajo los efectos del ácido lisérgico, que el Pelao Mauro se haría amigo de los góticos, un grupo de hombres y mujeres adictos a la cultura vampirezca, y a las maratones de dominó quienes a la larga serían los que lo harían más tarde renegar de la oscuridad y de todo aquello asociable a ella.
Tres
A Mauricio le llamó la atención que cada cierto tiempo y en plena tocata, varios locos disfrazados de sepultureros a lo Bruce Dickynson, ingresaban a uno de los salones laterales del local, lugar donde generalmente se acostumbraba a beber vino o cerveza durante la semana y que siempre ofrecía las garantías suficientes para encender un buen pito verde sin que nadie hinchara las pelotas. Los efectos del ácido lo habían dejado pegado con aquella circunstancia y los delirios exaltaban su curiosidad por saber lo que acontecía en el interior de aquella sala. Sobre todo porque había alcanzado a distinguir a unas cuantas minitas ricas que acababan de ingresar al cuartucho, las mismas que cada cierto tiempo, y mientras duró la tocata de la mosca travesti, le habían lanzado un par de miradas incandescentes que lo habían dejado prendido. Por eso fue que no tardó en arrimarse a la puerta de entrada, con un vaso de vino navegado en la mano y un cigarrillo en la jeta. Las luces de la parrilla empotrada sobre el escenario y el constante rugir del bombo de la batería, lo hacían perder por momentos el equilibrio tambaleándose una y otra vez. De allí que no le quedara otra alternativa que avanzar por el pasillo arrimando con cuidado su espalda a la pared.
Cuatro
Mauricio no alcanzó a percatarse cómo y cuando salió de la Quinta, el asunto es que al despertarse se vio sentado en el interior de un enorme vehículo, abrazado por dos de las minitas de la tocata. El destello de las luces de la avenida eran verdaderos haces aculebrados que se movían grotescamente sobre el parabrisas. Una de ellas llevaba tomado su masculinidad, por encima de los jeans, mientras la otra no dejaba de lamer su cuello.
Cinco
A Mauricio le llamó profundamente la atención el juego propuesto por ellas. Tendido de espaldas sobre la cama de dos plazas y amarrado de sus cuatros extremidades, las vio lascivas rondando su cuerpo a ritmo de blue, vestidas de tal manera que los finos encajes hacían engalanar la escena lésbica que se abría delante de sus ojos, cerca de los pies de la cama. Ya un poco más repuesta su alucinada conciencia, Mauro pudo ver el sinnúmero de hematomas que le llenaban el pecho y el vientre; y también los arañazos que rodeaban sus tetillas.
Cuando giró el cuello hacia la luz de la lámpara en el velador alcanzó a distinguir nítidamente el brillo de la afilada hoja, flanqueado por aquel libro negro en cuya tapa se alcanzaba a distinguir en letras plateadas su nombre, el necronomicón. Aterrado Mauricio trató de zafarse de las amarras, sin embargo no pudo. Seguidamente una de ellas comenzó a succionar extasiada su humanidad, situación que le permitió relajar en algo el miedo de aquel instante. De cuando en cuando una de ellas llevaba hacia su boca el cuello de la botella y vaciaba en su garganta sendos chorros de vodka puro.
Seis
Cuando Mauricio vio entrar al sujeto a la habitación su cuerpo experimentó una sensación tremenda de escalofríos. La desesperación lo hizo su presa cuando pudo verle esos dientes de oro que repletaban su boca. A esas alturas de rito, las minas ya habían defecado sobre su abdomen, y su cara ya había sido embetunada con la sangre del gato que degollaron delante suyo.
Antes de caer inconsciente por el dolor y tras ser penetrado y golpeado insistentemente por el demonio, Mauricio resignado encomendó su alma.
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Texto agregado el 29-08-2003, y leído por 1170
visitantes. (11 votos)
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Lectores Opinan |
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09-08-2007 |
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Ah no, esto está de miedo, escalofriante... Literariamente hablando, el texto jamás revela hasta precisamente esa puerta este lado final de la historia que se empapa en el lector, havciendo olvidar el escenario anterior, recordando sólo al protagonista con destellos de lo que uno ya conoce por los caminos de lo cotidiano. Muy bien llevado, fascinante y como ya dije, escalofriante, aterrador , perfecto el desenlace, perfecto en dejarlo así, a la imaginación que apenitas alcanza porque la mente no se atreve a pasar casi...me dejaste toda atorada, casi rogando... Estrellas, todititas, hermano. FaTaMoRgAnA |
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11-02-2005 |
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El sórdido mundo urbano está aquí muy bien retratado. Las drogas, las tribus dark y punk, los rituales sexuales y sangrientos, y, sobre todo, el mundo enfermizo de un drogadicto. Van las 5* y mi felicitaciòn. tobegio |
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29-08-2003 |
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le habrán enseñado a Mauricio que no se puede jugar con fuego???... Su relato, Excelente. Me da la sensación que este pobre, pagó una cara lección en su búsqueda de identidad, el miedo y las imágenes vividas le van a rondar su buen tiempo. Siempre muy bueno y sorprendente. CaroStar |
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29-08-2003 |
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JAJAJAJAJAJA Ay Cao!, ya me decía yo que lo tuyo es un poco dark, o bastante... Míralo al pobre Mauro, posero diría yo como buen lolo de estos tiempos en esas lides. A ver si le van a dar ganas de meterse donde no lo llaman. Ja! en todo caso no se quejó mucho mientras le hacía el ritual ;)... Sigue así porque me dará un coma risístico! Un beso Blanquita |
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29-08-2003 |
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Qué texto Cao! Este es realmente oscuro lleno de decadencia urbana, de miedos y demonios, claro. Un relato fuerte y violento. Muy bien trabajado, tanto que cuesta salir en el estado de pánico y desesperación. Excelente mi amigo, veo que anduviste de exorcismo. Besos. MCavalieri |
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29-08-2003 |
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Amigo mio, ha trabajado aqui, impecablemente. Este cuento desciende a los infiernos del miedo, se da una vuelta por la decadencia y los fantasmas, tomado de la mano de los a_dictos, es decir, los sin palabras. Una visión crítica despielada a la sociedad de americana latina post gobiernos defacto, develando en pinceladas crueles el engendro no participativo que se come su propio abdomen donde acaban de defecar las diosas de la globalización. Terrible cuento apenas suavizado por el finisimo humor. Ha plantado aqui, la fértil semilla de una novela. Tiene talento, tendrá constancia?. Bellísima pieza CAO. Has pintado tu aldea, por ende, has plasmado el mundo y heme aqui, para mi fortuna, disfrutandole y dejando que el eco de tu pensamiento rebote en mis neuronas para el resto del dia. hache |
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29-08-2003 |
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ay pobrecito mauricio ...que destino de m...jajaj ahh nop...no me gusta insultar....muy bueno Cao....estrellitas cuentero gaviotapatagonica |
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29-08-2003 |
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Amigo Cao, este es un afortunado conjunto de relatos, el humor y la sorpresa en precisas dosis. Muy bueno amigo. Un abrazo, FALCON |
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29-08-2003 |
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Madre miaaaaaa¡¡¡ No debería entrar en garitos cuando está de ácido, eh?jaja. Me encantaron tus tribus urbanas pero te dejaste unas pocas no?. Me pareció estar en un garito siniestro de por aquí. Besitos y aplausos a tu escrito burbuja |
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