ISLA DE SAN BORONDÓN
Leyenda Canaria
Es difícil vivir en estas islas y no haber oído hablar de su leyenda. Incluso las canciones de mi niñez están teñidas de esta historia.
Cuentan que Brandan, benedictino irlandés, en el año 480 salió en busca de tierras para evangelizar; y una noche de bruma espesa le pareció arribar a una tierra virgen, desconocida. Sólo después de largo rato comprobó que no era tierra curiosamente movediza lo que tocaba, sino que navegaba a lomos de una ballena.
Después de cuarenta días de navegación en tan peculiares condiciones, la ballena le llevó hasta una isla paradisíaca, donde nada le resultaba identificable. Pájaros multicolores, extraños dragos, ríos de peces juguetones, aromas y seres irreconocibles, donde la paz que se respiraba le hizo pensar en el Paraíso.
Este mágico mundo de visiones y vivencias oníricas le retuvieron en esa tierra durante siete años. Y Brandan la llamó la Isla de San Barandán o San Borondón.
El paso del tiempo contribuyó a que el mito continuara vivo; y así desde el S.XVI los historiadores aludían, en sus crónicas, inevitablemente a la isla. E inclusive se dice que algún cartógrafo, ya en el SXII, le había adjudicado coordenadas, situándola al noroeste de la isla de El Hierro.
Y no faltó la inspiración del romancero popular que le dedicara coplas:
Cuentan los que te vieron
que quien te quiso alcanzar
tan sólo encontró una nube
meciéndose sobre el mar.
San Borondón, San Borondón
Por la sirena, por su canción.
Que suenen tambores guanches (*)
que canten las caracolas
que la isla misteriosa
se divisa entre las olas
Que San Borondón ya viene,
dibujándose en la bruma
como si fuera una reina
con su cortejo de espuma.
¡San Borondón, San Borondón!
¿Dónde escondiste mi corazón?
Durante largos períodos de tiempo, se organizaron expediciones en busca de aquel misterioso trozo de tierra; expediciones que siempre terminaban en fantásticas versiones –algunas reflejadas en el cuaderno de Bitácoras de Cristóbal Colón- .
Algunos relatos eran de marineros extasiados por la visión de esa isla misteriosa que al querer alcanzarla veían desencantados cómo desaparecía ente sus ojos, así como las de otros que incluso cuentan que estuvieron en ella.
La leyenda sigue viva. El paso del tiempo la ha mantenido intacta y además se ha ido difundiendo. Y no me resultaría nada extraño que en alguna agencia de viajes, de una ciudad cualquiera del mundo, pudiera verse entre las rutas más exóticas la visita a la Isla de San Borondón.
Si es así, lo mejor es seguir los llamados de la leyenda y con poco equipaje acercarse a Canarias, donde siempre habrá al atardecer algún isleño sentado frente al mar, esperando que unos instantes antes del ocaso se dibuje ante sus ojos la silueta de esa misteriosa Isla San Borondón, donde habitan seres mágicos, noches de Luna con arcoiris, y todo aquello que sólo se podría encontrar en el Paraíso.
Tal vez... es cuestión de ponerse a remar hacia ella o simplemente sentarse junto a ese isleño y soñar...
Nota:
(*) Guanches: pobladores originarios de las Islas Canarias. A partir de mediados del siglo XV se incorporaron a la corona de Castilla.
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