Él, se sentó en la cama con la idea de vestirse.

Ella, tendida aun sobre las sábanas lo tomó del hombro e hizo que se echara a su lado, pero se incomodó porque le dio la espalda, ancha y llena de pecas; entonces, se dio cuenta que no lograría hacer que de una u otra manera reaccione como quería.

Él, sentía la vergüenza de no saber que hacer, su intención no había sido terminar en la cama de un hostal, simplemente cenarían pasta y una copa de buen vino para celebrar el cumpleaños de ambos, sin embargo, ella abusó del trago y cada vez pedía más, luego fueron a bailar un poco para que se le pase la borrachera. El antro al que llegaron apestaba a laboratorio químico, tenía cánulas de luces de neón colgadas en las paredes, caminaron entre la penumbra viendo las siluetas danzantes de seres que parecían almas en purga, se ubicaron en la barra, el barman que los atendió tenía la cara parecida a la de Antonio Salim, les ofreció un trago, ninguno aceptó. Conversaron varias horas de muchas cosas, rieron y por primera vez en toda esa noche la miró distinto, la atracción que había despertado en él hace años lo enfermaba cada día, quería pararlo de alguna manera pero seguía perenne y cegado por sus sensaciones se le ocurrió la grandiosa idea de hablarle al oído mientras acariciaba su pierna por debajo de su falda, “¿Vamos a conversar a otro lado?”.

Llegaron al Hostal, pidieron una suite, “La más grande y con Jacuzi”, Quiso ella como siempre caprichosa. En la habitación se quitaron la ropa sin ningún tipo de ritual, él se dejó puesto el bóxer. Se acostaron uno al lado del otro sobre el king size, comenzaron a tocarse las manos, recorrieron sus cuerpos, él jugó en su ombligo y luego bajo hasta su sexo, lo sintió húmedo y remecido por un choque violento de prejuicios absurdos, se detuvo.

Ella quería besarlo, se moría por meterle la lengua y jugar como siempre lo habían hecho, lo extrañaba, se puso melancólica porque hace tiempo la tenía olvidada, exactamente desde que ingresó a la universidad, ya no conversaban por las noches como solían hacerlo mirando el cielo gris, diciéndose cochinadas, alimentando su morbo, incluso en ocasiones se tocaban hasta masturbarse, pero esta noche sería su tan ansiada primera vez y no la dejaría pasar.

Él seguía dándole la espalda. Ella, como siempre, le contó las pecas mentalmente solo para comprobar que estaban completas – las conocía de memoria -, pasó la mano por su hombro con suavidad hasta la nuca, jugó sobre su espinazo de arriba hacia abajo usando la punta de sus uñas tratando de buscar un punto donde excitarlo, con suavidad deslizó la mano hasta su cintura, luego sobre la piel hasta acariciar su pene - ni se inmuto -, le sopló al oído y sintiéndose mas embarazada que él por tocarlo en vano, se dio la vuelta.

“¿Qué sucede?”, Le interrogó ella.

“No sé”, respondió. “No me siento bien”.

Trató de motivarlo subiéndose en su abdomen para frotarse contra él, sintiendo como toda su hombría se erectaba entre sus pliegues. “He esperado esto hace tiempo porque eres el que he escogido, tú eres al que siento que amo con todo mi ser”.

Sus palabras desencadenaron en él un remolino intenso de confusiones, el sudor helado corría por su frente, no sabía si era el instinto animal de querer poseerla ó si en realidad la amaba más como mujer que otra cosa. Luchó contra su libido pero no pudo seguir resistiendo; la tomó por la cintura elevándola unos centímetros por el aire y la echo a su lado boca arriba, ella abrió las piernas para recibirlo por primera vez.

La besó como loco, desde el cuello bajó hasta el ombligo y se detuvo ante el incipiente vello de su pubis, se incorporó para verla una vez más desnuda a su merced, bajó su bóxer hasta la mitad del muslo y se acomodó sobre ella para encajarse como un engrane, pero la dura pared de su virginidad lo lastimó, no pudo penetrarla completamente, allí se acabó todo. Sintió frustración, miedo, asco; se separó de ella, subió su bóxer y se quedo en posición fetal a su lado siempre dándole la espalda.

“¡Sangre! ¡Estoy sangrando!” , Le reclamó asustada y sollozando, a su boca llegaba el amargo sabor del rimel que corría producto de sus lágrimas.

Él, tragó su angustia en silencio.

Un momento después conversaron de lo sucedido, ella seguía hablando de amor, él escuchaba sin decir nada, pero consciente de no poder corresponderle.

”No puedo amarte como deseas que lo haga”, le dijo mientras buscó entre sus ropas una cajetilla de cigarros, encendió uno y se sentó en la cama, ella se había quedado petrificada con su frase, tenía el torso desnudo, sintió vergüenza de que la vea y se cubrió con una sabana acomodándosela entre las axilas, con esta señal él supo que debía irse, se comenzó a vestir.

“¿Te vas sin decirme nada? ¿Acaso no lo entiendes?, ¡Te amo, maldición!”. Gritó

Él emitió un sonido como una risa sarcástica, acompañado de una mueca torcida en la boca, bordeó la cama sin verla. Ella, derrotada, lo seguía con la vista, en silencio y como esperando algo.

Llegó a la puerta para salir y dándole la espalda habló:

“Esta noche no, simplemente eso hermanita, esta noche, no”, saco otro cigarrillo y se fue.

Ella se quitó la sábana, fue al baño y puso a funcionar el jacuzzi, lo lleno con agua caliente, antes de ingresar estiró la mano, presionó el interruptor de música ambiental, por los parlantes la voz de Bob Marley cantaba “It is Love”, tarareando la letra irónicamente se fue sumergiendo con los ojos bien abiertos, botando pequeñas burbujitas por la nariz, sintiéndose una vez más incestuosa.