Un día me despedí de ti para siempre, ya no eras aquel glorioso guardián que un día se quedó conmigo unido en el espíritu de Dios, y yo inmadura e insistente, me despedí de ti, me alejé, asocié todo a una larga equivocación, tal vez la peor de mi vida y sin duda la más dolorosa.
Pero es tan sabio el tiempo, que un día nos despierta en la mañana y nos dice lo errados que estuvimos, que tan sabia es la naturaleza que se encarga de aclararnos que nosotros no somos más que voluntad de un Dios que todo lo mira y ordena desde el Cielo pese a todas nuestras traiciones…
Y así fue un día, en que el cielo puso sobre mi cuerpo la prueba más grande de todas, la prueba de la traición, la de la desilusión, el desprecio y junto con todo eso la enfermedad…
Que gracia más divina la de aquel ser supremo que me llevó a encontrar el regalo más lindo que la vida pudo darme, me llevó tus manos, tu calor, tu dulzura, tu candidez, tu sonrisa, tu amor, desde entonces que todo cobro vida y todo tuvo sentido, que sabia es la naturaleza que crea el día y la noche para recordarnos que no todo es luz o oscuridad y que cada ciclo tiene su razón de ser, que maravilloso es poder dormir sabiendo que al otro día el sol volverá a golpear tu ventana llamándote a comenzar nuevamente desde donde quedaste el día anterior o desde donde tú quieras continuar.
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