El Triste Lado de mi Mundo
Siempre uno se da cuenta de las cosas mas obvias, por ejemplo acabo de darme cuenta de que estoy cansado, agobiado y deprimido, lo que todo el mundo define como estar mal. Estoy fumando unos cigarrillos Viceroys y tomándome un Vodka naranja, eso no es raro, lo especial de todo esto es que estoy en mi pieza, o sea, en mi casa. Nunca he hecho tales “maldades” en mi casa, pero hoy estoy mas parqueado de lo permitido, algo así como un vocalista de un grupo punk fracasado de los 70. De cualquier forma, uno no se deprime así por así, y de un momento para otro, es algo que dura días, sufres momentos de profunda soledad y de aislamiento con tus pares, e incluso te deja distante de tus mejores amigos y familia, mas bien es un proceso en el cual lentamente te vas asiendo mas disconforme, angustiado, te pones como enojado y andas en busca de algo y no sabes que es. Siempre imaginamos que es lo que quita esa soledad, el problema es que no damos con la solución hasta que es demasiado tarde.
Es viernes, un viernes de invierno, el cielo esta nublado y con un ambiente gélido y triste. Miro por la ventana que da hacia la calle y veo lo sin sentido de aquel día, con poca gente por las calles y con autos que pasan esporádicamente dejando un ruido que solo yo parezco advertir. Es temprano, miro el reloj, las cinco en punto. Sonrío por que alguien me contó que los Ingleses tomaban el té justo a las 5, para mi esta es la hora exacta en que se debe decidir lo que se va ha hacer el resto de la tarde y lo mas importante, lo que va a pasar en la noche. Como sea, no me queda nada mas que salir y enfrentar el triste mundo de allá afuera. Busco mi polera totalmente negra, mis jeans negros y mi chaqueta de cuero, listo para enfrentar el destino por muy terrible que fuese.
Ahora me enfrento a la calle, camino varias cuadras sin saber realmente a donde ir, reconozco varias casas en los cuales he carreteado o calles por las cuales he vagado en busca de alguna fiesta. Levanto la cabeza y al mirar hacia el frente maldigo mi suerte. Sin quererlo había llegado a la casa de la Vanesa, una mina que conocía hace como un año. La casa era grande y de color rojo, apenas se alcanzaba a ver por causa de la imponente reja con madera entre cada barrote. Sin pensarlo, quizás por una jugada del destino, toque el timbre citófono.
-Hola, ¿esta Vanesa?. Dije tratando de parecer buena onda.
-Si?, con ella...¿Quién es?
-Yo.
-...Aaah, Leo...Espera, ya voy.
Me quedo pasmado, ¿quién era Leo?. Me apoyo en la pared de la casa mientras siento como los perros ladran y mirando los árboles rápidamente pienso en irme, no tenia nada que hacer allí, estaba realmente jugando a perder. Apunto de irme y ya en medio de mis cavilaciones internas me doy cuenta que es tarde para cualquier intento de escape, por que veo a la Vanesa salir por el portón, viene vestida con una polera rosada bien apretada y con unos jeans negros que le quedaban bastante bien, al parecer esperaba ha alguien, probablemente a ese tal Leo. Me miraba con sus ojos verdes y con su cara de niña inocente. Iba a romper el silencio cuando ella dijo:
- ¡Diego!... - Te confundí, pensé que...
- Hola, tanto tiempo.- Interrumpí para que creyera que ese era el motivo de mi visita. - ¿Como has estado?, interrogue muy cínicamente.
- Bien, bien. Respondió algo nerviosa.
- ¿Que has hecho?.
Realmente pienso que esta conversación es inútil, pero aun así, sigo con la cara de siempre y con el interés fingido que me agota.
-Estas pololeando?- Lo digo para tomar algún tema que me interese en la conversación.
- No y tu?- Responde clavando sus ojos en mi.
Mala jugada, no debí haber preguntado eso, pero pensándolo bien, ella tampoco. Donde fuego hubo cenizas quedan.
Recuerdo que la conocí hace como en un año en una tocata, o algo así, que se hacia en su escuela. La cosa es que por esos tiempos yo no era muy inteligente, y al verla quede enamoradísimo de ella. Poco a poco me fui acercando, hasta que un buen día me la presentaron, y en ese momento decidí jugarme el todo por el todo. La tuve en frente de mi, tome su mano y se la bese, sin estar muy seguro de que lo que había hecho fuese idiota o romántico, mas bien mi gesto fue muy al estilo Lancelot, en fin, lo único cierto es que ella también se enamoro de mi, aunque aun yo no lo sabia. Pero como nada en el mundo es perfecto y el tema de las mujeres no es la excepción, ella me contó que estaba pololeando con uno de mis compañeros de curso. Para ser franco, esto no me importo.
Ya hecho todos los rituales de rigor comencé la tarea de conquistarla, o como dice la jerga de esta generación, a aguijonearla. Use todas mis armas; desde las mas humillantes adulaciones hasta los mas cursis poemas y regalos.
Así el asunto se fue dando , y al cabo de un mes declare mi amor por ella, y caí en la cuenta, con risa y dolor, que yo también le gustaba, y que todos los esfuerzos y gastos de dinero no habían sido estrictamente necesarios, pero a lo hecho pecho, y yo ya había ganado. Así que después de besarnos por primera vez en una fiesta en no me acuerdo donde, nos pusimos a pololear. Ahí fue donde empezó el problema, uno nunca debe hacer cosas supuestamente buenas sin pensarlo dos veces. Transcurrió una semana en la cual todo fue bien, y al termino de esa semana ella me dijo que no sabia si me quería, la misma mierda que dicen todas las minas para no quedar mal. De ahí en adelante todo fue una telereserie venezolana mal sintonizada, y para mas remate en blanco y negro. Un día me decía; te quiero y al otro me decía que no podía estar conmigo. Ese triste jueguito estaba lejos de gustarme, y como yo la quería, me las tragaba todas. Pero como dice el refrán: No hay guerra que dure cien años ni tonto que la aguante. Y para mi, las guerras no se pierden. Así que un buen día, de sol, recuerdo, decidí que tenia que sacarla de mi vida. No le dije nada, no me gaste en discusiones ni nada por el estilo, la ignore no la tome en cuenta, no le conteste sus llamadas ni salía a recibirla cuando me visitaba. Así, poco a poco se fue alejando de mi hasta que la olvide, y al parecer ella también me olvido.
-¿Diego?...¿Diego?
-...Eeeh...Disculpa me volé.
-¿Y estas pololeando o no?- Al parecer la conversación había avanzado mucho hasta legar a este punto.
- Si- Le mentí
-¿Si?. ¿Y como se llama?
Debo cambiar el tema, si no voy a salir perdiendo- Andrea...Oye, cuando llame me confundiste con otra persona, un tal Leo- Le dije solo para incomodarla.
-Si, un amigo, un amigo que conocí el otro día.
-¿Amigo?..¿ No será otra cosa?
Eso ultimo fue fuera de contexto, parece que hoy ando mas pesado que de costumbre. Pero veo sus ojos y la noto tranquila, como si yo no hubiese dicho nada. Las mujeres son así, seguro que esta esperando el momento para darme un golpe bajo.
-¿Recuerdas cuando fuimos a ver ese partido de baloncesto?- Confirmó lo que yo estaba pensando.
- Si, si recuerdo, muy bueno. Pero también me acuerdo que tu te enojaste y te fuiste antes de que terminara el partido, te enojaste o algo así – Le dije pensando que con eso se iba ha callar.
-Si, pero...tu empezaste- Replico.
- Mentira, tu empezaste diciéndome que yo era antisocial y que me enojaba fácilmente.
-Pero es verdad, tu siempre andas así- Me dice sin culpa- Siempre andas enojado y a la defensiva.
Vaciló un poco, por que tenia cierta razón – Eh, discúlpame pero yo soy así por que el mundo es como el ajo.
- ¿Y tu eres perfecto?- Pregunto muy irónicamente.
Esa respuesta no me la esperaba, me saco completamente de mi, estaba desprevenido.
-¿¡Y que sabes tu!?- Alzé la voz notoriamente enojado- No me conoces, nunca pudiste conocerme, no sabes los problemas que tengo.
- No los se, por que tu nunca puedes sincerarte con nadie, sientes lastima de ti mismo, te compadeces tu mismo...Tienes miedo de la gente, te da miedo relacionarte con el mundo, por que sabes que por dentro estas muerto y podrido- Finalizo sin siquiera alterar su rostro.
Eso si que no me lo esperaba, me deje totalmente fuera de foco, solo atine a decir:
- Chao- Y me fui.
Miro hacia atrás y la veo todavía parada en su pórtico, con sus ojos verdes mirando perdidamente hacia quizás donde. Trato de caminar mas rápido, no correr, solo caminar. Lo que ella dijo realmente me llego, me duele la cabeza , tengo un nudo en la garganta, siento odio y rabia por el mundo, por ese mundo el cual había aislado, que me había dejado solo y huraño. No puedo evitar sonreír- No era así, el mundo no me aisló, me aislé yo solo, estaba tan confiado de que ellos tenían la culpa que yo nunca me había revisado. Todos estos pensamientos me molestan, hacen que ya no pueda caminar mas. Me duelen las piernas y la cabeza me arde. A lo lejos veo una plaza, unos cuantos árboles, pasto muy verde, la verdad no importa, solo quiero un lugar para pensar.
Miro hacia el suelo y veo que mis pies ya pisan la verde plaza, levanto la cabeza para ver los alrededores y no alcanzo a vislumbrar gente por ninguna parte. Sin pensarlo me tumbo boca arriba en el pasto frío, alcanzo a ver el cielo que se esta oscureciendo antes de cerrar los ojos y sumirme en la oscuridad de mi interior y entrar en trance.
Comienzo a pensar en mi vida, esa vida que he debido soportar pensando que era un castigo divino, esa misma vida la cual yo vivía sin razón alguna, me levantaba todos los días de la cama esperando algo nuevo, con la falsa ilusión de que quizás algo o alguien me pueda salvar pero bien sabia yo, que eso no iba ha suceder. Triste mi vida, pensaba en la noche antes de dormir y me preguntaba por que el mundo me había aislado, por que la sociedad, o peor aun mis conocidos y mas cercanos, me aislaban. No había respuesta para esa pregunta, por que sabia que yo era el único culpable de mi soledad, pero no quería darme cuenta. Era yo el que le tenia miedo a la gente y no la gente a relacionarse conmigo y por fin ya me daba cuenta. Fue una ironía terrible la mía, y me preocupa saber los orígenes de esta, pero ya no importaban, lo importante ahora es salir adelante y aguantar la pesada vida junto con empezar a cambiar y lo que me parece mas difícil, decirle a la Vanesa que todavía la quiero y que me perdone.
De repente siento unas leves patadas en mi costado, me molestan, veo que no me queda mas que abrir los ojos. Sin ganas abro los ojos y lo primero que veo es cielo ya completamente oscurecido, al parecer pase una media hora en trance.
- Oye... Oye...Loquito...-Dice una voz, que al parecer no es amigable.
De súbito me levanto y me alejo unos dos metros del personaje que me hablaba.
- ¿Si?, se te ofrece algo-Le digo tratando de disimular el susto.
- ¿Tenis una gamba?-Me dice mirándome fijamente a los ojos.
- No compadre, estoy vacío.
- Entonces pasa la chaqueta- Veo que se acerca a mi y me muevo un poco a la derecha. Se detiene en seco mientras se mete la mano a los bolsillos y saca un cuchillo, miro el arma pero el terror no me domina , pienso en correr pero el ya esta encima de mi. Levanto la cabeza y veo a una señora , no muy vieja pero señora, acto seguido siento un frío en mi estomago, no alcanzo a decir ni a hacer algo mientras el tipo se aleja mirándome con sus ojos negros llenos de miedo, al parecer no tenia pensado lo que paso. Me tambaleo un poco y me voy contra el suelo otra vez, el impacto fue duro pero no me duele por que siento un intenso ardor en el estomago. El olor y el sabor del pasto me molestan, quiero decir o hacer algo pero ni siquiera puedo gritar.
Estoy tumbado boca abajo en el pasto y solo veo verde, siento como mi vista se va borrando, ya no hay dolor pero siento un leve calor en mi estomago. Quizás sea la sangre, pienso, pero ya nada de esto me preocupa solo pienso en que la Vanesa, fue su culpa que yo este tirado aquí apunto de morir, ella hizo que yo me enojara y llegara hasta acá. Pienso mejor, no fue su culpa, fue mi culpa por no ponerme a pensar antes, y por no querer pasarle los cien pesos al tipo, que tenia en el bolsillo, fue mi culpa caminar hasta este lugar y acostarme en una plaza donde no había gente. Ya solo veo negro, no siento nada y pero aun puedo pensar: Quizás ya este cambiando...Muy tarde, muy tarde. Diría la Vanesa- Recuerda que vivimos y morimos por el tiempo.
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