La vida es tan fugaz, César, que una de estas tardes
saldrás a comprar cigarros
y regresarás a contar chistes en nuestros velorios.
(...)
Porque el hombre que está más cerca de su muerte
que de su nacimiento
necesita urgentemente ser feliz.
A CÉSAR CALVO AGRADECIÉNDOLE QUE ESTÉ AQUÍ
Manuel Scorza
Era su risa. Esa carcajada interminable que parecía derrumbar todas las paredes y hacer temblar a los árboles. O sus cabellos que caían desordenados en la frente, de color castaño oscuro que algún intrépido podría llamar entrecano. Pero era su voz, ese áspero de su tono, la cadencia que tenían sus palabras al entrelazarse las unas con las otras, el tono melodioso, un eco mágico que te atrapaba...O talvez era esa bondad suya para con los amigos, que lo hacía regalar hasta su propia ropa, o ese encanto mágico que tenía con los niños...realmente no sé qué sería, pero así era César. De su talento, nadie podía discutir, ni de su atractivo que derretía a las mujeres, de ese realismo mágico que le imprimía a sus letras y a su propia vida.
De él me quedan la carcajada en mi memoria, su inconfundible perfume, sus pasos cadenciosos allá en la madera de la Calle Gremios, su alma impresa en sus poemas, sus libros póstumos, el “Tiquito” en mi memoria.
|