Domingo por la noche...
Te encuentras cenando en la cocina con la abuela acompañándote, este ha sido un exquisito día de relajación total. La abuela te platica sus historias, situaciones remotas y nostálgicas, historias que has escuchado infinidad de veces y que escuchas nuevamente con gusto pues sabes que ella solo quiere hacerte compañía mientras cenas.
Lavas los trastes mientras ella se despide, son las nueve, la abuela siempre se duerme a esa hora, su horario es tan riguroso que sabes la hora del día con solo fijarte en sus tareas. Ella es también quien mas temprano se levanta en la casa.
Sigues pensando en las curiosidades del reloj biológico de la abuela hasta que su clásico, por no decir típico,“Buenas noches!” te regresa a la realidad. Ella se aleja con su antes vigoroso andar que ahora los años han tornado en cansado y lento, los trastes están listos.
Te diriges a tu cuarto en el segundo piso, piensas en la importante cita que tienes mañana mientras subes las escaleras rojas. Por un momento, los cuadros en las paredes distraen tus pensamientos, cuadros de personas que nunca conociste, personas relacionadas contigo de alguna forma.
Pasas por el pasillo de los recuerdos, llegas a tu cuarto, lo encuentras tal como lo dejaste por la mañana, te sientes a gusto en tu habitación, esa forma tan tuya de “ordenar” tus cosas... En tu desorden sabes perfectamente donde está todo, nunca falla.
Te pones cómodo, te aseas como de costumbre, acomodas con especial cuidado todo lo que usarás mañana en tu compromiso. Casi se te pasa, pero finalmente recuerdas darle cuerda a tu reloj despertador, si, esa manía tuya de no confiarte en los despertadores eléctricos por eso de que se vaya la luz.
Todo listo, tus papeles, tu ropa, tus pensamientos, todo preparado y en orden. Junto con el leve “tic tic” de tu despertador el sueño se va presentando, te arropas bien y sueñas, sueñas...
...
Te despertará la infalible alarma de tu reloj. Te levantas, mientras que con un firme golpe de tu diestra silencias la estridente alarma. Estas conciente de que hoy lunes tienes esa cita tan importante.
Abrirás los ojos para encontrarte con la penumbra mas abismal de tu madrugadora vida.
Pensarás que es extraño, para esos momentos ya debe estar amaneciendo.
Decidirás no darle importancia, el compromiso de hoy es la verdadera prioridad. Tratarás a tientas de prender la luz, buscando el interruptor, pasando tu mano por la rugosa pared, accionas el interruptor y no sucederá nada. Voltearás instintivamente hacia la mesita con tu reloj eléctrico para encontrarte con que los vistosos y luminosos números rojos no están ahí. Concluirás que la luz se ha ido y en el fondo de tu corazón te alegrarás de ser tan precavido y haber puesto tu otro reloj.
Te vestirás torpemente, tropezando con los botones, perdiendo el equilibrio al ponerte el pantalón.
Te dirigirás hacia donde están tus papeles, tu “orden” te traiciona ahora, quienes pagan tu pereza son los dedos de tus pies y momentos mas adelante es tu pantorrilla la que sufre al chocar con objetos que “guardaste” en su lugar. Herido en tu orgullo ahogarás el grito de dolor que lucha por salir de tu boca.
A pesar de la absoluta penumbra te las ingeniarás para alistar todas tus cosas. Bajarás con todos tus pertrechos por la escalera roja, o al menos esa sería tu intención, pues al dar el primer paso rodarás por ellas de forma violenta.
Perderás la noción del espacio mientras caes, en la penumbra no sabrás donde es arriba o abajo. Detendrás tu caída en el primer descanso de la escalera roja. Tu quijada palpita y un chorrillo de liquido caliente recorrerá tu barbilla.
Mareado aun, seguirás tu camino a gatas, abriendo a tientas todas las puertas, contándolas todas, una, dos, tres...
Abrirás la ultima puerta y sentirás un poco de brisa en tu golpeado rostro, seguirás gateando, cuando en un punto de tu penoso camino sentirás el inconfundible calor solar en el dorso de tu mano al tiempo que la también inconfundible voz de la abuela pregunta alterada “Pablo! ¿qué te pasó en el rostro?!, ¿Por qué estás tan...”
No terminarás de escuchar la frase emitida por la angustiada abuela, la espantosa realidad abrumará tus restantes cuatro sentidos, comprendes todo ahora...
Querrías estar soñando en este momento. Desearías despertar y volver a ver la luz del día una vez mas, ese mundo lleno de color, quisieras... si solo pudieras...
K'RL |