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Inicio / Cuenteros Locales / ponchodemx / Mi corazón está vivo. (Material re-editado)

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—OK. Todo mundo prepare su material.

Junto con los “¡Yiuck!”, “¡Que asco!”, “¡Me voy a vomitar!”, que comenzaron inmediatamente, las charolas, guantes, tijeras, pinzas, navajas, etc., fueron sacadas de las mochilas y acomodadas sobre las mesas de trabajo.

—¿Ya? ¿Listos todos?

Un rezongo grupal, entre afirmativo y aburrido, se dejó oír.

—A nosotros quedaron de traernos el material ahorita.

—Bueno. Más vale que llegue antes de que yo llegue con ustedes. A ver… Equipo uno… Muy bien: material completo… ¡Wow! Está algo chico, pero ¿es de cerdo, verdad?

Los corazones de cerdo son los mejores porque son los más similares a los humanos. De hecho son impresionantemente parecidos, tanto en tamaño, como en color, como en estructuras. La diferencia más notable, sin meternos en cuestiones muy profundas, es apenas una…

—¿Equipo dos?... Bien… Bien… Aja… ¡Ah! ¿Y las pinzas?

—Pues no conseguimos, profe.

—Tsk, tsk… Chequen a ver si algún otro equipo trae alguna que les sobre. Y el de ustedes, ¿de qué es? ¿También de cerdo?

—Chance y es de cabrito, no se.

—Me parece que también es de cerdo, aunque también está chiquito. Si fuera de persona, sería como de alguien de unos siete, ocho años.

—¿Sí?

—¿Dónde lo consiguieron?

—El nuevo los consiguió, los de todos.

—¿Cómo? ¿Cuál nuevo?

—Un chavo nuevo que entró el lunes. Nos preguntó que qué había de tarea y cuando le dijimos lo de laboratorio, dijo que él los conseguía.

—¡Y bien baratos!

—El de nosotros nos lo dio hace un ratito apenas. ¡Y todavía se movía!

—Sicierto. ¡Mire! Todavía se mueve de vez en cuando.

Los corazones de cerdo son los mejores porque son los más similares a los humanos. De hecho, la diferencia más notable, sin meternos en cuestiones muy profundas, es apenas una estructura que…

—¡Ahistá el nuevo! ¡Ya llegó con el que falta…ba!

Giré. Ahí estaba el nuevo. Con el corazón del equipo seis en una mano y en la otra una navaja. Traía sangre hasta en el pelo. Y el corazón todavía se movía.

Los gritos del salón fueron encubiertos por otro más penetrante que venía de los baños. Agarrar el extinguidor de la pared, aplastarle la cabeza al nuevo y salir corriendo a prestar un auxilio que adivinaba muy tarde, fue una sola cosa.

A treinta metros pude distinguir bien a la directora de la secundaria horrorizada, mirando desde afuera hacia los baños. En el piso una mancha roja se iba haciendo más y más grande. Tuve que frenar para no resbalarme. Con la poca presencia de ánimo que me quedaba me asomé.

—¡Buenas! ¡Usted es el maestro del Julio, verdad? Ahí lo acabo de mandar con el corazón que les faltaba. Ahí usted disculpará el mugrero, pero lo limpio es un momentito. No alcanzamos a despachar al último marranito en la casa y el Julio dijo que aquí había un lavadero donde podíamos abrirlo.

Me acordé de “el Julio”, ese que dejé tirado en el salón con la cabeza reventada.

—Oiga, maestro. Ahí le encargo al Julio. Es muy animoso, le pega duro a la estudiada y dice que quiere ser veterinario.

Texto agregado el 19-05-2005, y leído por 111 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-05-2005 caray!!! esto sí está bueno, muy bueno. Felicitaciones compadre, salvaste el día porque hoy han colgado puros textos flojos, pero este sí vale la pena leerlo. belmont
19-05-2005 wow me encantó! pérfido, conmovedor. Da rabia el final, somos unos tarados que nos dejamos llevar por las apariencias, es algo que vivimos día a día. Muy bien escrito, mis estrellas y mis respetos para vos. La frase final me arrugó el alma. ggastello
 
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