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Manga Ancha
Jorge Cortés Herce


Bruno estalló de pronto, la tensión largamente acumulada brotó por donde menos debió haber salido. Nunca antes había tenido un arrebato de cólera como el que ponía a Fátima y a los dos niños atemorizados en el rincón de la recámara.
Con la cara deforme y colorada, lanzaba gritos imprecaciones a Fátima y a sus dos hijos; definitivamente ese no era el hombre con el que Fátima se había casado cinco años atrás. Ese fue el chorro que derramó el tinaco.
Tras una plática con la parte lúcida del cerebro de Bruno, cuando las aguas habían regresado a la calma, Fátima le pidió que los dejara, no debían hacerse más daño. Bruno aceptó, pero insistía en que los amaba y que los recuperaría a como diera lugar, aunque su actuar no concordaba con sus acciones en lo familiar ni en lo laboral.
Para sus amigos; Bruno siempre había sido un tipo amable, honesto y de gran corazón, pero aunque nunca mostró ser un desobligado, tampoco era el ejemplo del hombre organizado y emprendedor . Quizá era el producto de una familia que siempre tuvo una gran holgura económica y él nunca tuvo la necesidad de resolver ningún problema , pues siempre, todo se lo solucionaba papá.
Bruno estudió dos años de la carrera de Ingeniería y ciencias aplicadas en la Universidad de Yale en Connecticut. De padre estadounidense y madre mexicana, nunca tuvo inclinación por su lado “gringo”. Así que después de una decepción amorosa con la que mucho tiempo vio como la mujer de su vida, regresó a México dejando trunca la carrera.
Montó, con ayuda de su padre, “CartMol”; una fábrica de cajas y empaques de cartón, que durante algunos años parecía funcionar correctamente, fue esa la época en que conoció a Fátima y después de unos meses de salir, decidieron casarse.
Los problemas, comenzaron cuando el padre de Bruno decidió retirarse abandonando la fábrica y dejándole a éste la responsabilidad absoluta.
En un panorama lleno de bruma y oscuridad, para todos los que lo rodeaban, Bruno decidió cerrar la planta después de un par de años en que supuestamente las cosas iban mal y cada vez peor; la tormenta se avecinaba.
La holgura con la que había vivido la familia de Bruno, comenzó a consumirse de manera harto extraña, a leguas se veía que eran ricos venidos a menos. Poco a poco, y mas rápido de lo que nadie hubiera imaginado, su fortuna fue diezmando y sus propiedades cada vez eran menos. Desde afuera nadie podía imaginar siquiera, por qué en tan poco tiempo, la vida les podía haber cambiado tanto; aunque en este país, es un lugar común el que a la gente le vaya mal; y en una crisis nacional sostenida por años y años, uno se va haciendo poco sensible a esos asuntos.
Justamente en los tiempos en que las penurias parecían ensañarse; el segundo embarazo de Fátima produjo un in-pace en la aparente caída libre que parecía arrastrar a la familia entera. Sólo durante la llegada de Dieguito, pareció haber un descanso en aquella vertiginosa picada, las ayudas económicas por parte de los padres de la pareja, cada vez eran mas precarias y aisladas, y el otrora empresario comenzó a rolar en trabajos en los que no duraba nunca más de uno o dos meses; la necesidad lo llevaba cada vez a desempeñar un trabajo que según sus palabras no era para él, Bruno no se consideraba un vendedor, y al parecer, la única forma de encontrar trabajo era en ventas.
Llegó el tiempo en que permanecía mas tiempo desempleado, que con un trabajo, y aparentemente el viejo refrán, se volvió a cumplir: “ Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”. Bruno comenzó a adelgazar de forma escandalosa, su autoestima se había ido por los suelos, fumaba como un poseído, y el factor hereditario junto con la falta de cuidado , le comenzaron a pasar factura, haciéndole perder algunos dientes víctimas de enfermedad periodontal. El rastrillo había quedado olvidado en el baño, y su barba entrecana, le daba un aspecto descuidado, habían días en que se quedaba en pijama las 24 hs. y su único alimento era la nicotina y la cafeína.
A sus cuarenta años, bien podía pasar por alguien de sesenta y cada vez le era más difícil el encontrar un trabajo que llenara sus expectativas. Se pasaba el día frente a la computadora, fumando y supuestamente “puliendo” su currículum , enviándolo a diferentes empresas donde pronto volvería por sus fueros, decía. La terapia que tomaba desde hacía años, no le había ayudado aparentemente en mucho, Fátima tenía algunas entradas por trabajos esporádicos y sus padres le ayudaban con la despensa, pero la situación se volvía insostenible.
Así que después de posponerlo por muchas semanas, y ante el arranque intempestivo de cólera, Fátima expulsó a Bruno del hogar, en aras de la salud mental propia y de sus hijos.
Bruno entonces regresó al seno materno y se casó con su baja autoestima, cabeza y cola del dragón que lo engullía.

Un día, sus padres le propusieron hiciera una venta de garaje, con la cantidad de objetos antiguos que guardaban en la gigantesca mansión que aun conservaban como testigo de sus viejas glorias, podía ayudarse económicamente. Los amigos lo trataban de sacudir:
“ Eso va a ser solo una aspirina, despierta Bruno!!! No necesitas aspirinas para tu enfermedad, necesitas un trabajo estable, recuperar tu dignidad y después, y solamente después, acercarte a tu familia para tratar de recuperarla”.
Sin pensarlo mucho, decidió ingerir la aspirina que suponía la vendimia en el garaje de la casona, en tanto hallaba un remedio más consistente. Esa decisión, a la larga sería la que le permitió sumergirse en una catarsis que lo enfrentaría al monstruo que lo aprisionaba desde hacía mucho tiempo.
El sábado de la venta, por fin se despertó temprano, tenía meses que no lo hacía. Acomodó con gusto las antigüedades, que con seguridad en una galería habrían sido objetos de deseo, pero que en un garaje, podían pasar inadvertidos para los pocos transeúntes que asomaban por ahí. Pasaron las horas y bajaban los precios, la venta era realmente mala. Una pareja se acercó , interesada en algunos disfraces y objetos que habían pertenecido a su bisabuelo materno, quien había formado parte de una compañía de teatro: sombreros, capas, espadas, piezas de armaduras. Ofrecieron una cantidad ridícula, que por un momento Bruno estuvo a punto de aceptar, pero al final; la indignación pudo más, y tras echarlos con mal modo de la propiedad, cerró las puertas y se miró en el espejo: el viejo flaco y descompuesto del reflejo, era él y no era; en el fondo de aquellos ojos reconoció al Bruno anterior a la Cartonera, hacía solamente unos años...luego recordó los relatos sobre los antecedentes saltimbanquis familiares, -¿por que no?- se dijo,- me tomaré mi aspirina diaria, y veré que me dice el tiempo.
Esa tarde rasuró los laterales de su barba formando una especie de candado con largos picos, afinó frente al espejo las puntas del bigote y de la piocha, buscó entre libros viejos la receta que una vez había leído, para preparar la gomina que mantenía erguidos los bigotes de Dalí ; limpió y aderezó sus armas lo mejor que pudo; lanza, espada, celada , adarga y botas, aguardaron junto a algunas prendas de su bisabuelo preparadas para el domingo que en unas horas llegaría. Conectó la grabadora de casetes al amplificador, probando el sonido. Caminó solemne y en ropa interior comenzó a leer frente al micrófono algunos pasajes seleccionados del Quijote.



La plaza de Coyoacán, tuvo ese día a un artista callejero más que los que recibía domingo a domingo. El flacucho personaje se situó a unos metros de la librería “ El Parnaso”. Su presencia, dentro de aquel disfraz, podría parecer incluso, parte de la estrategia mercadotécnica de la librería, así que no tuvo problemas para conseguir la electricidad que necesitaba para su amplificador, realizó algunas pruebas de sonido y comprobó que no era molesto para la gente de la librería y de la cafetería. Se aseguró del correcto funcionamiento del control remoto, fijado a la empuñadura de la espada, que debía producir la pausa en el correr de la cinta, punto clave en el espectáculo que en breve comenzaría.

Esperó a que hubiera gente alrededor... de pie, inmóvil, con la lanza en una mano y la adarga en la otra. La improvisada caja de cartón planeada para recibir las propinas por su acto, en unos minutos ya tenía algunas monedas, lo que le produjo una sonrisa hacia dentro que no quiso exteriorizar. Después de una media hora, pausó la grabadora y encendió su micrófono. La primera frase solamente era una dedicatoria a distancia para Fátima.
- ¡Oh Princesa Dulcinea, señora deste cautivo corazón! mucho agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer ante vuestra fermosura ...-
La frase con la que abría su espectáculo, tenía de por sí la fuerza suficiente para atraer al creciente público, pero el sentimiento con que la pronunció, atrapó de inmediato a los que solo se habían asomado por curiosidad.
Alternaba actuando los pasajes que previamente había grabado, pausando la cinta para decir los parlamentos que le correspondían a Don Quijote. Siempre había sido un gran lector, y ahora mostraba su verdadero talento como actor.
La gente se arremolinaba en derredor suyo; niños, adultos y ancianos disfrutaban embelezados del novedoso espectáculo que proponía Bruno.
Después de la primera tanda, no tuvo la necesidad de pasar la cajita entre los presentes, a la gran cantidad de aplausos, siguió un aluvión de monedas y algunos billetes, que agradeció calladamente. No contó el dinero; lo guardó en una bolsa de fieltro y en el interior del cajón del amplificador.
Mientras descansaba y cavilaba la conveniencia de dar otra función, se le acercó un policía :
- Usté es nuevo aquí, verdad?
- Sí, es mi primer día...
- Pues ya sabe, mi joven, hay que entrarle con su cuerno.
Quizá fue la caracterización que traía lo que le hizo responder con indignación una perorata en la que exigía que le demostraran que estaba incurriendo en una falta, el largo discurso, lleno de citas quijotescas y de tecnicismos legales, terminó por marear al policía, quien prefirió dejarlo hablando solo.
Las siguientes semanas fueron decisivas para Bruno. A la audiencia ocasional, se le había añadido un público cautivo que iba al disfrute de aquella lectura actuada, era claro que no se iba a hacer rico, pero podía incluso mandar algo de dinero a Fátima, y comenzaba a re descubrir sus capacidades. La vida le daba otra oportunidad, y el panorama dejaba de verse tan oscuro.
Después de unas semanas en que obtuvo las suficientes tablas; Bruno inició un segundo experimento. La primera tanda seguiría siendo tal como había comenzado, pero a la segunda la tituló “El ingeniero Bruno, Don Hijote de Manga ancha”. Y entremezclaba habilidosamente las situaciones del clásico de Cervantes, con pasajes de su vida que lo habían marcado y que inconscientemente lo habían sumido en el hoyo del que apenas comenzaba a salir.
Así, al monstruo “Pandafilando”que había quitado su reino a la princesa Micomicona; se unieron en el relato otros seres como “Rasguñalfondo”, y otros que se iba inventando para darle forma a los pesares que había venido cargando desde hacía años . Sabía bien que lejos de enriquecer la obra literaria, estaba siendo un sacrílego, pero el gozo que le causaba sacar por fin el lastre que no había logrado eliminar aun con años de psicoterapia, bien valía el posible rechazo de los puristas e intelectuales que muy probablemente verían con malos ojos el ecléctico espectáculo.
Con ingenio, y veladamente, disfrazada de alguna historia de la Toscana, encontrada en antiguos papeles por algún ventero ; Bruno contaba la primera y única vez que había actuado corruptamente, cediendo ante el espejismo que el acto le ofrecía.
Cuando Bruno se quedó a cargo de “CartMol” ; los malos manejos lo habían llevado al borde de la quiebra, y los acreedores estaban a punto de embargarle todos sus bienes. Un líder “charro” de la CROC, le propuso pactar una huelga para sacudirse la presión, pues los acreedores así no podrían actuar en su contra. Bruno aceptó sin meditar en los alcances que esto tendría. Bajo la dirección del líder siguió punto por punto lo que debía hacer, para salir bien librado del problema que tenía encima. Para empujar a la huelga a los obreros, les suspendió el pago durante tres semanas, y sin más ni más, les quitó el fondo de ahorro.
- “ El hechicero Orrahc, sumergió a Bruno en un pandemónium, en una total confusión de cuerpo y espíritu, que lo hizo actuar fuera de sus cabales, y en contra de sus fieles servidores.”
Intentó, según los consejos del líder sindical, sacar la maquinaria y la producción en cuatro camiones durante la noche , pero los obreros no los dejaron salir de la planta, complicando así el plan ingeniosamente trazado para eludir responsabilidades. La huelga se volvió existente, los obreros resistieron organizados entre el patrón y el falso líder sindical hasta que acorralado, Bruno tuvo que volver a recurrir a la familia y con el rabo entre las piernas, liquidar a cada uno de los empleados, enfrentar a sus acreedores y comenzar a sentir un remordimiento que poco a poco lo llevó más hondo.
- “....¡Ea, caballeros!!!, los que militais debajo de las banderas del valeroso emperador Pentapolín del arremangado brazo, seguidme todos, veréis cuán fácilmente le doy venganza de su enemigo Alifanfarrón de la Tropabana y al servil Orrahc!!!”

La familia lo protegió económicamente y evitando a toda costa el escándalo, nadie supo en realidad lo que pasó durante esas semanas, y él mismo lo había tratado de borrar de la mente, pero en el fondo siempre le pesó la corrupta actitud tomada en esos años, y el que gracias a él, su familia hubiera tenido que cambiar de estatus , cobijándolo y promoviendo su silencio e inmovilidad.

Durante meses mantuvo dinámicamente sus dos tandas , el público a veces le pedía repetir algunos capítulos, y contra sus suposiciones, la segunda tanda fue tan bien recibida como la primera, y contaba aún con más público cautivo.
Se dio a la tarea de inventar más aventuras del Ingeniero Bruno, obviamente habiendo ya tirado la pesada carga que lo abrumaba, y el asunto resultó muy divertido. Los de la librería llamaron la atención de gente de teatro ante el fenómeno que estaba resultando el espectáculo callejero, fue así como le invitaron a formalizarlo en una sala de teatro; al principio lo dudó, finalmente aceptó el trato y hace unos días, Fátima y los niños asistieron al festejo por las doscientas representaciones del monólogo que exhibe Bruno con gran éxito.


Texto agregado el 19-05-2005, y leído por 167 visitantes. (0 votos)


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