Manantial de gozo y ternura rebosantes
amor ardiente que ilumina en su latido
riqueza de bondad y efluvios centelleantes
yo en tu mar deseo estar siempre perdido.
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Ayer en mi corazón te descubrí,
y fue un momento pleno de gozo,
de pronto supe que estabas aquí,
porque se estremecía libre y jubiloso.
¿Qué hice en aquellos momentos?
Nada; estoico me mantuve quieto;
no podía obedecer a aspavientos,
encantado por tu amor despierto.
Me preguntas por qué te quiero
y qué contemplo en tu semblante;
te respondo sólo porque te admiro,
y me embelesa tu mirada fascinante.
Si admiro en ti un porte primoroso,
creación tierna, bella y delicada,
son las notas tu ser bondadoso
con ansias de amar y ser amada.
Pero en el amor no hay argumentos,
y tampoco conoce algún revés:
vedado, lejano y con tormentos,
renace fortalecido, porque el amor es.
* * *
Ahora, cuando contemplo la calle
por donde graciosa solías visitarme,
la encuentro como un desolado valle
sin nada substancial que la alarme.
Sus casas y atrevidos caminantes
sin tu albor palpitan en revuelto desatino,
son fósiles frangollados o ánimas errantes
en confusión errada azumbrados por el vino.
Tus pasos no engalanan más las avenidas,
ya no hay estrellas que destilen tu claridad,
su agotada luz y traza están disminuidas,
tristes y desiertas comparten hoy mi soledad.
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