No es un vicio el que yo tengo, sino una forma de vivir entre el amor y la soledad. Parece ser que más de una persona pone el grito en el cielo cuando lee un relato de sexo, un escrito que le lleva más allá de las sensaciones, diríamos normales, que uno pueda tener cuando está con una mujer, cuando el placer despierta y quiere ser socorrido de alguna forma u otra.
Antes de exponer aquí mis sensaciones vividas, pueden ser imaginarías o no, cada cual es libre de pensar lo que quiera, deseo que se mentalice y sea capaz de reconocer que la vida es amor, sexo, placer...No amor de madre solamente, no amor hacía un Dios que nos han inculcado, ni amor que a veces no sabemos donde dejarlo porque es lo que se lleva. Amor de verdad, sexo del bueno y placer lujurioso si llega el caso.
Mi historia es corta, pero llena de momentos dulces, de ratos intensos y de minutos insaciables que por nada del mundo desearía olvidar.
La conocí en una céntrica plaza de la ciudad de Barcelona. Esa mujer paseaba subida en unos tacones que realzaban aún más su figura. El cabello largo y oscuro, brillante como la luz de las estrellas en una noche de verano, reposaba sobre sus hombros. Un escote perfecto en su vestido definía que sus pechos eran hermosos. Los ojos grandes y azules, como un mar embravecido, hacían juego con la dulzura de su redonda cara. El carmín rojo de sus labios, grandes y carnosos, coloreaban la esbeltez en todo su cuerpo.
Mis ojos se pararon en aquella mujer por un instante. Estaba sentado en un banco, leyendo un viejo libro donde los policías perseguían a los ladrones...donde ya no seguí el camino de los cacos en la siguiente página, sino el paso melodioso de aquella dama delante mío.
Todo ocurrió en un instante, su cuerpo se abalanzó sobre el mío y estirados en la cama le fui pasando mi lengua por la piel electrizante, por los poros que pedían ser acariciados...
Unos susurros la volvieron loca de placer, a la vez que emergieron sus pezones duros para chocar con mi pecho y llenarme de calor. Los mordía muy suaves, los retorcía aún mas suavemente, y la humedad en ambos cuerpos nos llevaba al más allá. Bajé mis labios y me detuve en su ombligo, rodeé su cintura y olí su líquido sexual, penetrante, diciéndome que lo absolviera. Hurgué hasta encontrar su clítoris y comérmelo. Ella desfalleció por momentos y no quiso que dejara de alimentarme del jugo y la carne que me ofrecía. Deseó disfrutar tanto conmigo que apartó mi boca de su cuerpo y comenzó su paseo lujurioso por los caminos y recovecos que habían en mi. Iba a estallar de placer cuando sus labios rozaban mi piel, mis nalgas, mis...El pene estaba erecto y esperando ser chupado. En pocos segundos se lo engulló todo. Bebió mi semen como agua de una fuente fresca y me besó acto seguido. La abracé y nos revolcamos como lobos en celo por toda la cama, apretados el uno contra el otro, con caricias y besos encendidos hasta quemarnos.
Pasé hoja en mi libro y los polis ya detuvieron a los malos. Levanté otra vez la vista y las personas de aquella plaza seguían con sus cosas. La hermosa mujer ya no estaba.
©TINTIN
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