Esto lo escribí a los 16 años, lo tenía guardado en algún lugar de mi pequeña biblioteca. Entre a este site por recomendación de un buen amigo, comencé a buscar entre papeles y lo encontré. Seis años después, puedo decir que estoy aún en búsqueda de la dichosa pregunta. No es fácil responderla cuando se viven ciertas situaciones no muy agradables, pero supongo que cuando tenga al frente el pequeño personaje de esta historia mi pregunta será respondida.
Cadena.
Sus ojos eran pequeños, brillantes, inocentes. Le observaban con curiosidad y ternura..¿qué es esto?... ¿Dónde había llegado? no lo podía entender en aquel momento. Sólo sabía que la habían despojado de aquel lugar tan oscuro y cálido...su hogar tan especial, donde el rítmico latir de su madre la arrullaba noche y día. Lo recordaba con nostalgia y se preguntaba ¿por qué?...
En “su espacio” había flotado, chupábase el dedo mientras lo veía desarrollarse, y hasta lloró con su madre en los momentos más difíciles. Las primeras palabras que oyó desde aquel lugar fueron rigurosas, llenas de odio y, hasta se podría decir, de cobardía. Era una voz masculina. Pudo entender que la llamó “masa de células”. Durante la fuerte discusión pudo sentir que el cuerpo que la cobijaba era aturdido con numerosos movimientos. Luego de algunos momentos todo llegó a la calma.
Cuando el espacio se hizo insuficiente, y ella crecía cada vez más, tuvo un contacto más estrecho con su madre: podía percibir cuando la acariciaba, escuchar su voz y, frecuentemente, lágrimas corrían a través de la piel que la envolvían. Odiaba esto, todo lo que pasaba a su alrededor la afectaba y parecía no entenderlo.
Las agujas giraban sin cesar...
De pronto, se comenzó a incomodar en su espacio. Algo dentro de si la impulsaba a la necesidad de conocer el mundo que la rodeaba, más allá de las membranas que la protegían, de los sonidos armoniosos que emitía aquel organismo que había invadido, pero que le demostró que no lo había hecho como tal, brindándole alimento y protección, sencillamente, amor.
Numerosas voces la aturdían, y se dejo llevar por sus instintos. Luego de un momento de miedo, la confusión se había ido, dejándola en los tibios brazos de su madre.
El ambiente sosegado le dio seguridad, pero existía algo curioso. Sabía que ya no se encontraba “allí”. Sin embargo, podía oír la melodía que la había acompañado, así como la tierna voz que la había acompañado todo este tiempo. En aquel momento hizo su primera observación al mundo, con un poco de temor, pero bien recompensado estuvo su esfuerzo al encontrarse con la faz del espíritu que la había nutrido. De manera nata sabía que ella misma, su esencia, era una victoria sobre la mezquina y poderosa sociedad que se había opuesto a su nacimiento. Y creció saludable y alegremente.
Todavía en algún rincón de su mente repercutían dos palabras que reclamaban respuesta...¿por qué?
Las agujas seguían girando y le tocó ser madre...
Sus ojos eran pequeños, brillantes, inocentes. Le observaban con curiosidad y ternura...¿qué es esto?...¿Dónde había llegado? No lo podía entender en aquel momento. Su madre, al sumergirse en las profundas aguas de sus ojos, y recordar todo el camino que había recorrido, halló la respuesta a la pregunta que aún merodeaba en su subconsciente...mientras, entre sus brazos, ese robusto cuerpecito comenzaba a experimentar ansiedad ante el acertijo del cual él formaba parte.
Y chistosas, inquietas, estas palabras recorrían su mente: ¿por qué?
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