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Inicio / Cuenteros Locales / grillomarino / UNO DE HADAS MADRINAS.

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La princesa ya estaba harta de su hada madrina. No podía ni pensar en saltar en un charco sin que la presencia constante y atenta de su mentora la previniera de las posibles consecuencias de sus intenciones.
Pensaba y repensaba cómo hacer algo por sí misma, sin la participación de nadie. Mas no bien acababa de planear algo, cuando ya estaba junto a ella la muy amable y cada vez menos soportable madrina advirtiéndole de manera puntual, precisa y cuidadosa, sobre cualquier asechanza de la que el destino se pudiera aprovechar para lastimarla, causarle daño o simplemente ponerla en ridículo.
Las rabietas no le funcionaron mejor que los desmayos fingidos ni los aparentes estados en trance, simplemente su hada madrina adivinaba cualquiera de sus tretas.
Intentó hablar con ella, pedirle de la mejor manera que se le ocurrió que la dejara hacer algo, lo que fuera, pero hacer algo por ella misma, sin la vigilancia ni la asistencia de nadie más. Su bondadosa hada la miró sin verla, sonrió y sin alzar la voz le repitió que aún era una niña, que no sabía medir las consecuencias de sus actos, y le recordaba una vez más que le había sido encomendada a su cuidado desde su nacimiento, por lo que, muy su pesar no podía cambiar el estado de las cosas; y le suplicaba encarecidamente que no iniciara situaciones que no pudiera controlar, que se comportara de acuerdo con las tradiciones establecidas y, así, todos serían sumamente felices y ajenos a sucesos enojosos y desagradables.
Lloró, lloró sinceramente, sin piedad para nadie, ni para sí misma. Secó las lágrimas y se puso a odiar a todos, empezando por su hada madrina, la odió desde lo de abajo de las sandalias hasta la punta de su varita de virtud y el hada dio muestra de haber recibido el impacto, si bien lo disimuló no mirándola de frente. Disminuyó la intensidad del odio y su madrina le sonrió. La volvió a odiar y ésta se mostró súbitamente interesada en las manchas de sus zapatos.
Intentó un intermedio de odio-amor adecuado y el hada elevó la mirada hacia las nubes.
Mantuvo el equilibrio pero le subió al volumen, como en consola de sonido y su madrina se sentó en el pasto, sin prestarle la menor atención. Puso sus sentimientos en neutral y el hada cobró vida nuevamente.
Angélica se sintió muy mal; egoísta y manipuladora entre otras cosas; pero al recordar las experiencias con su madrina reajustó los controles, luego se propuso averiguar el alcance de su control: Se alejó un poco, su madrina la siguió con la mirada, le subió tres puntos al odio y el hada cobró súbito interés por una pequeña lagartija que sólo se andaba asoleando.
Se retiró más y más… y no hubo cambio. Se colocó detrás de unos arbustos y con creciente entusiasmo comprobó… que nada había cambiado.
Soltó una carcajada y brincó cuatro veces en un charco, se despeinó, cerró los ojos y profirió una muy mala palabra… ¡ Y nó pasó nada…!
Su entusiasmo creció, se echó a correr rumbo al lago, llegó a las rocas de la orilla y se trepó hasta arriba y se puso a pensar cómo disfrutar de su nueva situación.
El cansancio, el viento y los árboles la arrullaron y quedó dormida. Despertó ya avanzado el día, con hambre y un poco de miedo, bajó con precauciones y buscó y buscó, caminó y caminó, gritó y gritó, y nada de nada.
Se sentó sintiéndose muy mal, se arrepintió un poco, sólo para desarrepentirse de inmediato. De pronto sintió una especie de golpe desde adentro, algo que no podía controlar, algo que le obligaba a analizar cuidadosamente sus zapatillas cubiertas de lodo y raspones y dejar de pensar en cualquier otra cosa…
Intentó odiar a su hada como nunca pero rebotó como pelota y sólo descubrió nuevas manchas y raspones en su calzado. O sea que su madrina ya había aprendido a manejar emociones. O sea que una vez más estaba en sus manos. O sea que…
Comenzó a sentir una gran lástima de si misma, pero se interrumpió al descubrir en su interior la presencia de ella… No era agresiva, aunque si poderosa, más bien cálida, precavida, aunque directa.
El hada quería dialogar con su ahijada, y la niña aceptó:
- Es que yo quisiera ser un poco menos hada madrina… - escuchó
- Y yo, un poco más niña… - respondió
El hada buena propuso: ¿ Un trato ?
La niña buena aceptó.
Y comenzaron a platicar…

Texto agregado el 18-05-2005, y leído por 851 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-05-2005 Lindo, lindo. Te pone a pensar que harían la heroínas de los cuentos sin sus adas. kone
 
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