Estaba rendido y no era para menos, después de ese trote cansino durante tantas horas, soportando todo su peso en tan poca... superficie de contacto.
Había probado recargar el cuerpo más a la izquierda y luego más a la derecha, pero sólo logró que se le cansaran más rápidamente la una y la otra. Cuando llegaron al riachuelo, pensó en tirarse panza abajo y darle un largo descanso a las... partes más utilizadas de su anatomía, pero no fue posible y sólo un corto receso dedicado a tomar agua, revisar y ajustar cincha y arreos fue el descanso del que pudo disfrutar, en vez de uno prolongado y tranquilo al que según sus cuentas ya tenía derecho.
Pues no, había que seguir adelante, pese a avanzar a trompicones por lo irregular del camino y la oscuridad que ya se empezaba a enseñorear de todo. Cuando salió la luna fue más fácil ver por donde, pero también tuvo que hacerlo más rápido con la consecuente fatiga; y todo para llegar al pueblo a tiempo y hacer... lo que había que hacer, aunque en realidad, a él le importara un serenado cacahuate, le daba lo mismo llegar más tarde o no llegar, no le interesaba en lo más mínimo, pero...
Así pensando, se le fue bajando la cabeza, como a su único, silencioso y oscilante compañero de camino, con el que viajaba unido en forma tan íntima hasta que un traspiés lo hizo cimbrarse, despertar y buscar la vertical de manera brusca.
El terreno se hizo plano y los pensamientos también, nada sobresaliente. Quizá sólo ganas de llegar de una vez y poder descansar un buen rato, comer algo sabroso, unos buenos tragos y un lugar seco donde dormir.
De pronto recordó aquella hembra de formas rotundas que acababa de conocer, a la que solamente pudo admirar de reojo sin acercársele mucho debido a las circunstancias. Ah, si éstas hubieran sido otras, se le habría repegado, habría intentado tocarla, la hubiera olido y rozado su nariz con la suya, hubiera... oh, hubiera intentado todo, era tan bella, tan deseable: el color de su pelo, sus movimientos constates y nerviosos, exaltados sin duda por su proximidad, su estampa, su...
Pero no, ahí estaba en medio de la noche y de la nada, con sus recuerdos, con la fatiga de tantas horas de camino. Ya sólo lo animaba a seguir adelante la esperanza de llegar por fin al pueblo, detenerse, desembarazarse de esa indumentaria que tanto le molestaba y oprimía, comer, beber, y por fin dormir, soñando con la más linda de las yeguas en todo el lejano oeste.
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